lunes, 18 de mayo de 2009

Por la calle Rocío


Había ya dejado la calle Pureza el Milagroso Simpecado, llevado por sus hermanos y se disponía a cruzar por esa calleja con el nombre de Rocío.

En las espaldas -Regina Roris, Ora Pro Nobis- se clavan las miradas de quienes penitentes gloriosos la siguen prendando de exvotos en forma de oraciones y con aire de fiesta grande la comitiva se va introduciendo por esa calle que hoy es de adoquines y hasta ayer fue la última calle de Triana que tuviera cantos rodados.

La luz de este domingo de Pascua florida parece hacerse distinta hasta cuando llega a esta calle, donde al Milagroso Simpecado lo espera esa Triana pura, que adorna sus casas, llenando sus balcones y ventanas de mantones y aguarda el paso de la Virgen del Rocío sentados a las puertas junto a sus fachadas recién encaladas.

El Simpecado por la calle Rocío es una estampa sacada de otras épocas, aunque ay, ya no haya colgaduras y en sus balcones los geranios y las gitanillas se hayan trocado en los jaramagos que anuncian la muerte por abandono.

Todos se fueron marchando, pero aún quedaba esa casa de trianeros, que aguardaban a la Virgen con su colcha roja y el cuadro de la paloma, sus geranios en las ventanas y su gente a la puerta, que parecían ser el único reducto de esa Triana de siempre, que se resitía a que el tiempo le quitara las formas heredadas.

Pero este año, ay alma mía, en ese balcón no había vida, ni colcha roja con el cuadro de la Paloma de Maireles, que la casa aguardaba, cerrada como nunca, las persianas echadas y sólo las macetasde geranios daban vida a sus balcones.

Sabemos por que creemos, que en la calle Rocío de la gloria estará llena de macetas con geranios y los balcones del cielo estarán repletos de mantones y colchas de encaje.

Pero necesitamos recuperar esa Triana, que no entiende de fachadas de colores ni de faroles de forja, esa Triana de siempre, que cuida sus macetas de geranios y que al paso de la Virgen del Rocío cuelga sus balcones.

Ya la calle Rocío no es lo que era, pero al paso del Simpecado, aunque ya no haya ni geranios ni colgaduras, siempre quedará en nuestro sueño el recuerdo de otros tiempos, no tan lejanos, donde la vida era una fiesta.

1 comentario:

No cogé ventaja, ¡miarma! dijo...

Estamos obligados a recuperar las tradiciones, al precio que sea pero recuperarlas.
Es labor de las Hermandades promover y provocar que se vuelvan a las costumbres de antaño que dieron a Sevilla sus señas de identidad.
Yo vivo en la "orilla contraria", San Julián, y me llena de orgullo cuando veo mi barrio colgado de cadenetas y balcones como por ejemplo: en el rosario de la aurora de hace dos semanas de la Virgen del Rosario.
Perseveremos, un saludo.