Han pasado los días, y cuando pensamos en lo que vivimos la otra tarde junto al Cabezo viendo a Pablo Aguado relatar el toreo y haciendo al genio de Morante buscar la chispa de su mejor tauromaquia, aún se nos estremecen los sentidos.
Porque como decía el genial Rafael el Gallo, la verdad del toreo es tener un misterio que decir... y decirlo, y ese misterio que vuelve a la gente medio loca en las plazas de toros,que les eriza todos los vellos del cuerpo que recorre con un escalofrío de felicidad por la espalada, ese que los hace abrazarse con el de al lado como si se conocieran de toda la vida, aunque hasta esa tarde no hubieran coincidido en la vida, te hace pensar y también porque no, cavilar, porque este torero, no sólo hace pensar y cavilar a los simples mortales, sino también a los genios, que como Morante, se motiva -y de que forma- esta competencia, que no sólo no se contraponen sino que se complementan.
Aguado, es la escuela apolinea del toreo que lleva a sacar el mejor fruto de la escuela dionisiaca de Morante. Y así cavilaciones van, cavilaciones vienen, nos hacen soñar con verlos juntos en los carteles para empaparnos de la pureza de sus tauromaquias.
La otra tarde junto a la Ría, Pablo Aguado nos levantó de los asientos, cuando sobre el albero derramaba el almibar de su torería, donde toma el palillo con una suavidad que su muñeca torna en caricia el aire bruto de la embestida. donde la naturalidad es tan innata, que hasta para salirse de la suerte lo hace como quien sale caminando por la calle, y en el que sólo el manejo de la espada nos devolvió a la realidad. Después vendría la gran faena del sexto, y la espada acompañó, rubricando un triunfo para los amantes de los números, pero sólo nos conformamos con poder volver a verlo torear tan despacio, por ambos pitones, como toreó a su primero de Albarreal...
La otra tarde junto a la Ría, Pablo Aguado nos levantó de los asientos, cuando sobre el albero derramaba el almibar de su torería, donde toma el palillo con una suavidad que su muñeca torna en caricia el aire bruto de la embestida. donde la naturalidad es tan innata, que hasta para salirse de la suerte lo hace como quien sale caminando por la calle, y en el que sólo el manejo de la espada nos devolvió a la realidad. Después vendría la gran faena del sexto, y la espada acompañó, rubricando un triunfo para los amantes de los números, pero sólo nos conformamos con poder volver a verlo torear tan despacio, por ambos pitones, como toreó a su primero de Albarreal...
Pasan los días y seguimos recordando aquella faena de Pablo Aguado en Huelva que pasada la apoteósis del momento aún nos pone a cavilar.
Foto: Arjona - @Firma_Arjona