Canta la copla del Lazo, aquello de Potente tu brazo que al fuerte venció y que cuantas veces habrá sonado en aquellas Novenas en San Lorenzo, cuantas veces la habremos escuchado en esas noches frías de los primeros días de enero en el Quinario en tu Basílica y que hasta hoy Señor no comprendimos cuanta verdad tenía la letra de la composición de Eslava.
Tanto que esta madrugada incierta, tan distinta de aquella otra Madrugada, (¡Oh coagulada sangre negra, gorda...) nos venían al pensamiento la letra del Lazo, en esa parte en que recuerda las maldades del hombre que carga nuestro Dios en su Madero cuando como un manso cordero va camino del sacrificio y eramos incapaces de quedarnos dormidos sabedores de que nuestro Padre, hueso nuestro y sangre nuestra, el que tiene en sus manos el Poder y el Imperio de nuestras vidas, estaba roto, ultrajado y dolorido.
Esta noche sólo sabíamos rezar por la imagen bendita a la que se aferran y nos aferramos tantas generaciones, esas que llegamos a Él, desconsolados y abatidos buscando en la ternura de su mirada el Gran Poder de tu Verdad y la luz de tu caridad, porque cuando todos se han marchado Tú Señor, siempre permaneces.
Y es que hoy Señor, tu Potente brazo desprendido, ha vuelto a romper el lazo que nos une a lo mundano y aunque tu ausencia será breve has vuelto a recordarnos que sigues siendo la honra y el orgullo de esta ciudad que te tiene por su Dios.