Un día llegó y en Casa Ricardo nos comentó un secreto, vivía prendado por el Dulce hechizo de aquellos ojos morenos que habitan en la Plaza de San Lorenzo, y casi sin dejarnos pensar, nos pidió que le buscáramos la solicitud para formar parte de la Cofradía, tan distante de su Primitiva, tan lejana de todo aquello que conocía.
Las vísperas de aquella Cuaresma, aún la recuerdo acompañándolo a la Alcaicería por unas sandalias, en su acento canario de La Laguna, unas cholas, y no olvidaré como casi de inmediato tras hacer una llamada apunto estuvo de encargar unas cuantas más para unos amigos de Tenerife. Luis era así.
Se acercaba el Martes Santo, ya tenía la zurbaranesca túnica y las sandalias, la medalla de plata y la papeleta que había gestionado con su arte espléndido, para ir lo más cerquita posible de aquella Virgen que por entonces lucía la tan preferida saya rosa, cuando se puso a buscar unos calcetines blancos largos de hilo escocia por media Sevilla y parte de la otra media, imposible, así que con cierto mosqueo y no con cierta guasa terminó sacando unos calcetines de deportes tan alejados de su natural elegancia....
Pasaron los meses, y una tarde de octubre recibimos una llamada en el móvil, al otro lado el dulce tono de voz, iniciaba una conversación cargada de genialidad:
-Mi niño???, Luis Miranda, que estoy en Londres, que ya tenemos los calcetines blancos para el Martes Santo...
Desde entonces cada Martes Santo, las genialidad del hermano Miranda, hace que algunos nazarenos lleven aquellos calcetines blancos de hilo de escocia venidos desde tan lejos.
Hoy cuando ya sabemos -porque creemos-, que estás en la compañía de tu Divino Nazareno y de la Dulce Mirada de aquella que te hechizó en San Lorenzo, te recordamos con las lágrimas en el alma sabedores de que ya no sonará el móvil y tu voz diga que vienes para quedarte en Sevilla para siempre.