Para Jesús Argudo y Jesús Trigo.
Apenas habías soplado las catorce velas de la tarta de cumpleaños, cuando de la mano de tu padre te acercaste a San Lorenzo, como olvidar aquel día, en que traspasastes por primera vez aquella puerta que comunicaba el Casinillo con la Bolsa y allí dos señores, que tiempo más tarde llamarías los Manolos (Nevado y González), te medirían y sacarían aquella túnica que te cubre cada Madrugada. Después a la Alfalfa, donde te probarías el esparto y tras comprar las sandalias terminarías en la Alcaicería encargando el macho de cartón. Tantas ilusiones en aquel día en que alguien también te recordó que aquella túnica fue también la mortaja de tus mayores por lo que aquel hábito no era ningún disfraz y había siempre que guardarle respeto.
Esa ilusión de la primera vez la estamos reviviendo esta Cuaresma, los responsables viven lejos de la ciudad, pero nos han regalado la oportunidad de guiarlos como mi padre me guió la primera vez y ese regalo lo guardaré siempre, como guardamos la ilusión de aquel adolescente, la primera vez que llegó revestido de ruán, y cruzó su mirada con la ternura del Gran Poder en San Lorenzo.