domingo, 19 de abril de 2020

Tarde de (reflexiones) cabales





Frente a la multitud del Domingo de Resurrección, el domingo siguiente, también denominado en el calendario litúrgico de la Dominica in albis y desde hace unos años de la Divina Misericordia, en el Arenal es un día que bien podríamos llamar íntimo, en la mañana la secreta Procesión de Impedidos de la Sacramental del Sagrario y por la tarde, con un público de cabales, el tradicional segundo festejo del abono.
Este año sin festejos, mientras la primavera florece ante nuestros balcones, es precisamente la intimidad es la que reina en nuestros hogares, en los que sólo nos queda el consuelo del video, la lectura y las redes sociales para hablar de toros, alguna videollamada nos acerca a tener alguna tertulia de cabales, igual que las tendríamos en el Taquilla o en el Ventura, algo que como dijo alguien en otras circunstancias, a hablar de toros me refiero, es casi mucho mejor que ver una corrida de toros, pero que en las presentes circunstancias es muy triste, ante la realidad que vive la Fiesta.
Y es que la fiesta, el segundo espectáculo de masas en España, parece andar abandonada a su suerte, no sabemos si el cambio de competencia de interior a cultura fue un buen cambio a la vista de las circunstancias, sin apenas voces que se alcen en su defensa, más allá de la Fundación Toro de Lidia, con una tragedia y no precisamente griega, en el campo, donde los camiones embarcan los toros pero para que –parafraseando el tuit de Javier Núñez de La Palmosilla, mientras mostraba los toros que habrían de lidiarse precisamente este domingo - su glorioso destino sea la fría y aséptica sala de un matadero industrial.
La fiesta de los toros en toda su expresión vive sin duda alguna sus día más negros, sin opciones para poder dar un golpe en la mesa, pues ha vivido tanto tiempo de perfil que cuando se han puesto de frente el toro ya había pasado. Y como a perro flaco todo se vuelven pulgas, ya hay quienes dan por finiquitada la temporada.
Sólo esperamos por el bien de la cultura la fiesta de los toros, cual ave fénix sepa renacer de si misma, pero quizás para ello deberá de renovarse desde dentro, y ahí ya sabemos que a los aficionados -y público en general- sólo se nos espera para una cosa, más mundana y menos romántica, que pasemos por taquilla.
El confinamiento nos hace pensar sobre el futuro de la fiesta, la ilusión de San Miguel es un clavo ardiendo al que quisiéramos agarrarnos, pero es tan complicado y así de pronto... los vencejos bajan para recordarnos, que es la tarde de un domingo de Pascua florida y no tenemos toros para echarnos a la boca.

lunes, 13 de abril de 2020

Domingo de la marmota




Los sevillanos sabemos que el Domingo de Ramos es el día más bonito de la ciudad, porque no es otra cosa sino el gran triunfo de la vida en sus calles, y ese triunfo que se prolonga durante una semana, con la gran explosión de emociones en la Madrugada del Viernes Santo, se remata con la tarde del Domingo de Resurrección, cuando tras los días del Triduo sagrado, la vigilia de la Pascua y el repique de gloria de las campanas, nos acercamos a la función sagrada y mundana que en el Arenal, en el templo sagrado de la tauromaquia trae el culto ancestral del toro y el hombre. Es el triunfo de la vida en definitiva lo que viene a celebrarse al coso del Baratillo, donde un hombre revestido de seda y oro buscará la creación suprema ante los uros de los aleluyas y así, un año más, se consumará el rito.

Ay, pero en estos días de confinamiento por el coronavirus es precisamente la vida la que nos falta, huérfanos de cofradías, la ciudad ha estado tan sosegada y en calma, que sólo se sobresaltaba cuando se les ponía cara y apellidos a aquellos que cayeron en su particular guerra con el virus. Y la suspensión de las estaciones de penitencia de los días sacros, vino aparejada la de la Feria y por ende esta fecha del Domingo de Resurrección.

Alguien nos comentaba que este confinamiento, que se ha llevado tantos días grandes por delante, era como el día de la marmota, sólo roto por la ocurrencia, de quienes se permitían la licencia de poner una marcha de Semana Santa a la par que quemaban incienso mientras el vecindario aplaudía por los balcones. Hoy, desgraciadamente no ha sido una excepción, y a las ocho en punto, ha vuelto a sonar la misma ovación de cada día, con la única diferencia de que en esta ocasión alguien desde un balcón ha puesto un pasodoble, Plaza de la Maestranza, y por un momento nos hemos trasladado al Arenal, hemos pensado por la hora que estábamos tras el arrastre del cuarto toro y que un torero estaba dando triunfalmente la vuelta al ruedo…

La realidad lógicamente era otra, no estábamos en nuestra grada -hoy Tendido Alto- apoyados a una de las columnas que sostienen los arcos, sino que una tarde más - un día más-  estábamos asomados al balcón de casa, viviendo la ovación a los que luchan contra la pandemia, y es que a la postre este día especial, este domingo más que de Resurrección volvía a ser el día de la marmota. Sólo nos queda la ilusión de que más pronto que tarde, esto lo recordemos como un sueño lejano, un sueño que permita reabrir las puertas de una plaza de toros y en sus tendidos podamos reencontrarnos con la fiesta en libertad, que eso ya será harina de otro costal.