lunes, 11 de octubre de 2021

La libertad de ir a los toros

 

Cuando aún están calientes los rescoldos de la pasada Feria de San Miguel, Madrid guarda aún la traca final de su Feria de Otoño. Huérfanos como estamos en estas fechas de Zaragoza apenas nos quedará Jaén en el horizonte con un cartel  de lujo que aúna los tres nombres que han revolucionado está temporada: Morante, Emilio de Justo y Juan Ortega, y que invitan a tomar carretera y manta hasta la capital del Santo Reino para acudir al coso de La Alameda.  

En medio de todo esto surge el ruido de los políticos, con bonos culturales para jóvenes que vetan a la tauromaquia, o las opiniones de una universidad que censura la libertad de que los padres puedan acudir con sus hijos menores a las plazas de toros o incluso plantean impedir el acceso de los menores a los espectáculos taurinos hasta los 16 años.  

La vida para algunos es prohibir aquello con lo que no comulgan, hacer bueno aquel dicho de que lo que no se conoce no existe, cómo podríamos extrapolarlo a otras disciplinas artísticas o deportivas a las que no se les da ni tan siquiera difusión en los medios de comunicación de titularidad pública.

Es compensible que la fiesta de los toros quizás sea un espectáculo crudo para una sociedad donde todo está muy manufacturado, pero no es menos cierto, que su catalogación cultural obliga no sólo a la defensa sino a su fomento. Por eso no hay mejor fomento y manera de tapar ciertas bocas que acudiendo con libertad y naturalidad a las plazas. O como nuestro capitan Joaquín, retratándose de corto y rodeado de trastos.

Sin ir más lejos mañana, en que en el Baratillo se presentarán sin caballos quienes tienen la ilusión en el futuro -pero también en el presente- de ser y vivir en torero. Algunos de ellos, por su edad y de prosperar las ideas de los censuradores no solo no podrían torear, sino que posiblemente tampoco podrían sentarse en los tendidos de la plaza aun acompañados de sus progenitores
 
Pocas cosas hacen hoy día más libres a un español, frente a quien intentan imponer un discurso lleno de medias verdades que solo buscan prohibir lo que no les gusta o no entienden, que la  independencia personal que nos permite acudir con libertad a una plaza de toros.



lunes, 4 de octubre de 2021

¡¡¡Viva Morante!!!

 


La extraordinaria Feria de San Miguel que hemos dejado atrás ha tenido en lo positivo varios nombres, el capote de Juan Ortega, el querer ser figura del toreo de Emilio de Justo, la capacidad de Daniel Luque, el temple de Escribano, el toreo según Sevilla de un toreo de Arnedo llamado Diego Urdiales... pero sobre todos ellos ha habido un nombre, quizás la última gran figura del toreo, quizás el último gran torero de época, quizás el último genio de la tauromaquia, el que ha hecho bueno aquello que un día dijera Guerrita, "Después de mi, naide..." Ese torero es bético, de un lugar que se mira al Padre Betis y se anuncia en los carteles como Morante de la Puebla.
Y es que lo de Morante, ha sido supremo, ya en la primera tarde, la de aquel Sábado de Resurrección en septiembre, dejó la impronta de su toreo en una faena cargada de torería y valentía, el día del mano a mano con Juan Ortega fue una cumbre del toreo de capotes, y la cumbre artística llegaría sin duda el viernes pasado con la FAENA en mayúsculas no de este San Miguel histórico, sino de muchos seriales en esta plaza. Aquel día faltó sensibilidad en el palco para dar los trofeos y en la afición para haberse tirado al ruedo a sacar al torero a hombros por la Puerta del Principe, tras aquella sinfonía callada del toreo, aunque hubiera sido con delicadeza tras la paliza que le había propinado el de Juan Pedro al cogerlo de mala manera cuando más barroco y roto estaba toreando. Aquello fue como dijo alguien una barbaridad.
Y para rematar, la gesta de anunciarse con Miuras y la vergüenza torera, tras cuajar otra faena preñada de torería el pedir al personal que no le pidiera trofeos e incluso negarse a dar la vuelta al ruedo por respeto a la plaza y a la afición que había acudido a verlo torear una corrida diferente.
De los catorce festejos ha habido cinco llenos, y de los cinco, cuatro han sido de Morante, señal inefable del torero que estamos disfrutando… Morante en su temporada más completa se ha convertido en el rey de los toreros, pero no sólo en el de los toreros de arte, si no en el de los toreros valientes, en el de los toreros enciclopédicos, quien le ha mostrado al mundo que ser figura del toreo y más en estos tiempos no es esperar sino dar el paso adelante y dar la cara por la Fiesta. 


Viva Morante!! Viva el toreo!! (Y Viva er Betis!!!)

Del Cartucho de Pepe Luis en el programa Verde y Oro de Radio Betis 04/10/2021  

 
Foto: Arjona /Toromedia

Vergüenza torera

 


Desde que se supo que Morante quería hacer el gesto de anunciarse con el hierro de Miura, la fecha estaba marcada con los colores de la divisa de la gandería de Lora del Río, en la agenda de los aficionados. Primero para el 2 de mayo y tras la suspensión de primavera para el 3 de octubre poniendo fin a la extraordinaria Feria de San Miguel. La plaza registraba un nuevo lleno de no hay localidades, de los cinco llenos cuatro los ha puesto sólo el de La Puebla en sus respectivas actuaciones en la mañana de cada festejo, si bien este último traía la expectación de enfrentarse a los de la A con asas sabedores que sería distinto a todo lo anterior. 

Para la apuesta -que finalmente resultó a medias- apareció por la Puerta Principal estrenaba José Antonio un vestido de tabaco e hilo blanco, con la chaquetilla de alamares y con el chaleco bordado en oro y con unas medias blancas que recordaban a aquellas que usara José, cuando la muerte de la Señá Gabriela. Y así estábamos cuando apareció el primero de Miura, un salinero de nombre Aceitero, sin duda el más de Miura del terciado festejo, -curiosamente en una Feria de toros cinqueños algunos casi rozando los seis años, los de Miura eran cuatreños y eso en esta ganadería se nota mucho- al que recibió con el capote sin mirarle el hierro, dejando verónicas de otro tiempo, incluso codilleando al final del lance, y una media fastuosa en el quite a la que se unió un precioso galleo por chicuelinas. Ya en la muleta, el toro y el viento apenas lo dejaron lucirse, pero quedaron algunos detalles ntre ellos algún pase de trinchera que valió la entrada. El Miura que hacía cuarto, fue devuelto entre protestas por el deficiente trapío por invalido, y salió un toro de la ganadería sevillana Virgen María, con su divisa celeste y blanca que recuerda los colores marselleses de sus propietarios. El toro, no era una panacea, pero ante la torería, la técnica y la decisión de Morante en esta temporada, hasta taparon los defectos. Para la historia quedará esa foto toreando con el sombrero de Rafael Peralta en la otra mano antes de entar a matar a recibir, en el que quedó baja la espada. El gesto del torero pidiendo que no le concedieran trofeos y negándose a dar la vuelta al ruedo, vergüenza torera le llaman, era según escuchamos porque él había venido a torear una corrida de Miura.

De vergüenza torera y buen hacer estuvo Escribano, ante un gran toro de Miura, el mejor del encierro. Al que recibió a portagayola, toreó con gusto con el capote y banderilleó con valor. El temple fue fundamenteal para sacar lo mejor del Miura que tenía un pitón derecho extraordinario, por el izquierdo no era tan claro, pero Escribano apostó por él, sabiendo que hay había mucha verdad y peligro, resultando cogido afortunadamente sin consecuencias y condicionando que quizás esta fuera la causa de la concesión de la segunda oreja. En el quinto nada pudo hacer. Como apenas pudo hacer nada Pepe Moral con un lote a contra estilo.

Cuando salíamos de la plaza, tras alguna despedida de aficionados hasta el año que viene, la cartelería anunciaba  un festejo de promoción para el 12 de octubre, la mejor noticia en esta vuelta a la normalidad que vamos recuperando.

Foto: Arjona /Toromedia

domingo, 3 de octubre de 2021

Diego Urdiales, torero de Sevilla

"Diego Urdiales es torero de Sevilla, aunque Sevilla no lo haya visto. Es torero de Sevilla aunque Sevilla todavía no lo sepa...", como escribiera Lorena Muñoz, en aquel Diego Urdiales. Retrato de Pureza que es como el antiguo testamento de quienes clamaban por Urdiales desde el desierto de otras plazas alejadas del Baratillo. Diego Urdiales con la pureza, la naturalidad y la profundidad de su toreo ha entrado en Sevilla. aquella Sevilla por la que tanto suspiraba desde que escuchó hablar de ella por la boca de su maestro Rafael Guerrero, un sevillano de Arahal que fue banderillero y que entre otras cosas enseñó a Diego que el toreo siempre debe de fluir por las venas aunque sea pintando estuco veneciano. Esa Sevilla que un día pesó mucho más, desde que fue señalado por el Faraón y de la que hasta ahora sólo nos había quedado el perfume de su toreo en contados detalles cuyo máximo premio fue alguna que otra vuelta al ruedo. Pero estaba por llegar el día en que Urdiales rompiera las costuras de Sevilla, tocara su fibra y se le entregara, porque Diego será de La Rioja, pero interpreta y siente el toreo como los hijos de este cahíz de tierra. Porque Diego Urdiales es torero de Sevilla.

Fue con su segundo cuando destapó el tarro de las esencias, dejando claro que el vino de La Rioja no deja resaca si no que riega con odres nuevos la plaza tras la tarde anterior, y lo inició con unas verónicas que traían el aroma del toreo eterno, -¡vaya Feria de capote llevamos!- con el capotito recogido muy en corto, ganándole terreno y saliendo más allá de las rayas. Ya en la muleta, inició el trasteo mandando y corrigiendo la embestida del toro con mando y naturalidad y ya en la segunda serie vibró la plaza que llegaría a su cenit al torear al natural, el pitón que no había sido el menos claro, cuando templó la embestida en una serie soberbia que levantó al personal de los tendidos mientras la plaza crujía. Volvió a la mano derecha y empezó a torear tan despacio que no hubo relojes para la pureza de su toreo y ya con la espada de verdad, dio una serie de naturales de frente que fueron el remate de la obra con la plaza casi convertida en manicomio. Dejó un espadazo, otro más, y ya había pañuelos pidiendo trofeos, que blanquearon los tendidos y que concedieron los dos trofeos. Sevilla ya había visto a Urdiales, siempre sabe esperar a sus toreros y hacerlos suyos y confirmó lo que un día escribió Lorena Muñoz, Diego Urdiales es torero de Sevilla. 

Foto: Arjona /Toromedia

sábado, 2 de octubre de 2021

¡Qué barbaridad, más grande...!


Fue justo a esa hora, en que con la montera calada y el capote plegado sobre el brazo Morante cruzaba, sin prisa pero sin pausa, el amarillo albero buscando la Puerta Principal, mientras el horizonte del cielo de Triana se quedaba huérfano de ver al torero izado. Fue justo en ese momento cuando realmente despertamos de lo que creíamos haber soñado, cuando alguien nos tocó por el hombro y nos dijo: 
"-¡Qué barbaridad, más grande...!"
Hasta entonces, todo lo que habíamos vivido podría haber sido perfectamente producto de nuestra imaginación... desde el recibo de capote hincado de rodillas con aquellos tres lances, que quien sabe si no habrían salido de la inspiración del mismísimo Fernando Gómez, Gallito Chico,  aquel que soñaba con el capote lo que sus hermanos después ejecutaban, y a continuación, el toreo a la verónica, barroco, profundo, solemne y la media canónica que terminó poniendo a la plaza en pie, mientras sonó la música. Y después, ya con la plaza en inicio del éxtasis, Morante desempolvaría las antiguas tauromaquias con la suerte de las tijerillas, como su admirado José, para llevarlo al caballo. El toro para el resto de los mortales -incluido la mayoría del escalafón de matadores- no era de cante grande, pero en las muñecas del genio convirtió en seda su embestida descompuesta en el inicio por bajo al natural, rodilla en tierra, seguidas de unas trincherillas, Morante había empezado a afinar al toro, en la que sería la gran sinfonía callada del toreo, que empezaría en toda su dimensión tras un sublime pase de pecho. La música quiso tocar, y Morante la mandó callar porque no estaba invitada a esta partitura de derroche y de pasión, se puso allí donde los toros embisten, y al natural marcó los tiempos del toreo eterno, tan embriagado estaban toro y torero, que el toro pisó la muleta y siguió embistiendo al ralentí, cogiendo al torero de manera fea, pero por suerte sólo empalándolo... Volvió a la cara del toro con más verdad aún si cabe, y lo citó de frente, la plaza ya era un manicomio enloquecido que rugió en el molinete invertido... Se fue detrás de la espada y cobró una estocada casi fulminante. La plaza rugía, era un mar de pañuelos, el Presidente, él sabrá porqué pausó el mostrar de los pañuelos y no los sacó a la vez... Algunos se preguntaban si no había dado el rabo, no había respuesta, ya después vino la vuelta al ruedo... Morante había destrozado la corrida, la Feria de San Miguel, y quien sabe si la temporada de 2021, sólo se que yo estaba allí. El cielo de Triana se quedó esperando al genio del toreo de nuestro tiempo, mientras por el Baratillo la gente iba toreando por la calle.

Fotografía: Raúl Caro/EFE

viernes, 1 de octubre de 2021

Sevilla ya no es lo que era...


Iba la faena de El Juli a su primero "in crescendo", cuando una voz comentó casi en susurro:  “- Si El Juli quiere es capaz hasta de indultarlo… y entonces vamos a tener lo de Matilla hasta en la sopa…” pero por alguna razón al torero de Velilla no apuró o no sacó, lo que en otros tiempos no muy lejanos hubiera sacado sin complejos, quizás sea la nueva dimensión de su tauromaquia, o quizás, que para eso doctores tiene el toreo, que El Juli prefirió dejarlo como estaba, y lo que en otros tiempos hubiera sido un toro de estos que le hubieran entreabierto la Puerta del Príncipe se quedó en una oreja con fuerza, aunque si lo pensamos fríamente era una oreja de estas baratas que se han puesto de moda en esta temporada en Sevilla  tras matarlo del habitual "julipié". A Manzanares, por su parte le tocó en suerte el lote más potable de sus apoderados, el primero un toro manso pero manejable al que toreo a favor de querencia y quien sabe de si no haber marrado con la espada no hubiera cortado una “orejita” como la que cortó en el quinto, un toro que a pesar de su invalidez acudía con cierta clase a los engaños y que en la muleta metía la cara aunque las fuerzas terminaran fallándole y  acabara desplomado en terrenos de chiqueros. Manzanares, conocedero de los terrenos y de las características del toro, lo mató a recibir de una fulminante estocada de las suyas y cortó una oreja de esas que no recordaremos pasado mañana. Y Ureña, puso la emoción en la tarde, ante el peor toro del encierro, descastado, huidizo, que cogió de mala manera a Azuquita -aunque sin consecuencias- cuando guardaba al caballo que hacía puerta, y con el que el de Lorca estuvo muy de verdad, jugándose el tipo, y tragando lo indecible para sacarle algunos muletazos, como los que le sacó al citar de frente al natural, mientras sonaba la música a su aire, como si la Maestranza fuera de esas plazas donde la música suena con independencia de lo que ocurre… A pesar de ello, la verdad de Ureña es incuestionable pero la oreja que cortó no es de recibo ante tamaño bajonazo. Como alguien me decía al salir, esta plaza ya no es lo que era….