Muchas cosas en nuestras vidas no tendría sentido sin ese lugar donde un día aprendimos mucho más que lo estipulado por una ley orgánica de educación, porque durante buena parte de nuestra existencia este lugar fue mucho más que un colegio, el lugar donde simplemente acudíamos a diario para formarnos, pues aquello era a veces incluso más que nuestra propia casa, y en alguna ocasión escuchamos al pobre del Quemao decirnos, mientras cerraba el colegio un sábado por la tarde, aquello de "sólo os faltará traeros la cama".
Y es que allí donde no sólo ibamos a clase de lunes a viernes, sino donde los fines de semana encontrábamos el lugar idóneo para desarrollar otras actividades, tanto culturales como deportivas.
Nuestro Colegio cumplirá 75 años el próximo mes de octubre, y eso no puede caer en saco roto, ya dijimos en este Soberao, que hoy nuestra vida sería seguramente muy distinta si no hubieramos cruzado, de la mano de nuestros padres aquella casa de Triana donde los hijos de D. Bosco nos enseñaron esa máxima de ser buenos cristianos y honrados ciudadanos.
Del patio de Básica siempre recordaremos el sonido de la sirena y aquellos Buenos Días de D. Ublaldo en el patio, del de BUP, las sentencias de cerámica trianera que nos acompañan siempre en el recuerdo de tantas mañanas de nuestra vida, y de aquel Campo de Fútbol el aroma de las tostadas grandes de sobrasada de Juan en los recreos y tantas vueltas a su perímetro con camisetas amarillas...
Nuestro colegio nos dio la oportunidad de conocer y tener amigos, con los que nos unieron vínculos que aún permanecen y que incluso van más allá de la propia amistad, para convertirse en familia, lo que hace que su presencia sea fundamental en los momentos importantes de nuestras vidas.
Y como una Casa Salesiana no es nada sin la Madre, porque Ella lo hizo todo, su recuerdo permanece siempre con nosotros, porque bajo la mirada de nuestra "Sentaita" siempre ocurrieron hechos importantes en nuestra existencia, e incluso cuando estábamos lejos de nuestra Triana, alguién nos la recordaba para que Ella siempre estuviera presente.
Por todo ello en un día como el de hoy, sólo podemos acordarnos con cariño de aquel colegio de la calle Conde de Bustillo donde un día nos enseñaron simplemente a ser hombres.