lunes, 9 de marzo de 2015

Herencia Bofetera

En Cuarentena

Para María, Leo, Anichi, Emma y Rocío

La campana de la torre que silencia murmullos en la Madrugada, marcó la una, el sol en lo alto del mediodía no acallaba las carreras de la chiquillería en la Plaza, mientras del interior de la Parroquia como en una brisa de otros tiempos, venían los sones del organo que musitaban las notas que en otro tiempo del BajoCoro traía el violín de Lerate. En el quiosco como ayer, se vendían entre periódicos piruletas y palotes, las medallas al cuello sobrepasaban el pecho a pesar del nudo en el cordón azul y grana y las niñas, siempre más delicadas, cuidaban de la cinta añil de la que pendían las suyas, pequeños detalles que se heredan como nosotros entonces, cuando eras tú quien dejabas correr la vida por la Plaza, sorteando los coches en una mañana como la de hoy, aprovechando la excusa para entrar en la capilla y pedirle a Curro agua de la vieja pileta...
Cuantos recuerdos que hoy florecen en el árbol de la vida de los niños de entonces y se reflejan en la sangre de nuestra sangre, sangre bofetera que sin saber ni como ni porque lleva el adn de la herencia que nos legaron nuestros mayores y que hoy - como entonces-  cuelga en esa medalla prendida de un cordón o de una cinta.

miércoles, 25 de febrero de 2015

16/25

En Cuarentena 

Eras apenas un imberbe muchacho de pantalón gris y chaqueta cruzada, en aquella noche de un traslado de urgencias por mor de los temporales que te regalarían el descubrir una calle sublime para ver una cofradía sublime, que dicen hace ya venticinco años.
Días de declinar los latines de las insignias, los escudos de los nazarenos y los interiores de las bambalinas, días de patear la ciudad, apenas sin descanso de la mañana a la noche, y entre nubes de incienso, sonando una marcha de Font, sentir por primera vez, casi sin quererlo, el calor de aquella mano que te buscaba en el desorden de la bulla.
Eras un adolescente que abría los ojos a la vida que te esperaba, mientras la primavera florecía en los naranjos, y te bebías casi de un sorbo, la botella del tiempo sin tiempo, 16/25, que hoy se ha convertido, en la gran reserva que te hace volver a aquella esquina, esperando reencontrarte con el  instinto de volver a ser aquel que un día fuimos... un imberbe muchacho de pantalón gris y chaqueta cruzada.

(Fotografía: http://elaguadordesevilla.blogspot.com.es/)

miércoles, 18 de febrero de 2015

Nasarah



En cuarentena...

Dicen que has llegado, tiempo de reflexiones y gozos, de ilusiones y exámenes de conciencia, días de tertulias eternas con un tinto y un pescado mientras se intentan arreglar micromundos que importan bien poco dos esquinas más allá... dicen que has llegado, cruz de ceniza en nuestras frentes, ayer memento homo, hoy conviertete y cree en el Evangelio, días de espera de volver a vestir un hábito que llamamos de nazareno y nosotros, aquí vulgarizando día tras día tu significado, como si siempre fueran vísperas tu espera, como si fueramos cuaresmones todo el año, todos los días novenas, septenarios, triduos y quinarios de polémicas absurdas, mientras fuera, lejos de nuestro pequeño mundo, por ese mismo Evangelio, -convierte y cree- derraman su sangre hermanos nuestros, a los que también llaman -nasarah- nazarenos...
Nazarenos de ayer y hoy, tan distinto a los nuestros y en el fondo tan iguales, esos que mueren por una fe, que nosotros tambien protestamos pública y solemenemente entre sones de violines de coplas olvidadas entre viejas conjuras a las que no dudamos en ocultar o incluso negar cuando abandonamos el templo y alguien nos increpa... Pero da igual, para ellos todos somos -nasarah- nazarenos...