lunes, 29 de abril de 2019

Iba de verde y oro




A la fiesta se llega por la pasión, y la pasión para el niño nació con el destello de un héroe revestido de oro sobre seda verde, en una tarde de verano en Sanlúcar. Los toreros salían del hotel, entre partidarios y curiosos, y en los ojos del niño quedaron para siempre grabados, el reflejo dorado de aquel vestido de torear que quiso tocar como quien toca el manto de la Esperanza. 

Alguien le dijo que aquel torero era del barrio y que había pasado por las mismas aulas que por entonces él pasaba, y así acabó la tarde sobre la arena de la playa, con la ilusión de que las toallas fueran capotes que jugaban a torear a la mareíta que se iba río arriba...

Casi veinte años más tarde, la vida le regaló la suerte de ver aquellos destellos de oro sobre seda verde oliva, izados en el atardecer del puente, aquella tarde de abril del noventa y cuatro, en que se desbordó el toreo en el Arenal y hasta la Boca del León al otro lado del río llegaron las aguas de su torería… Arriados de arte Pureza y Altozano unidos, de los ojillos del Puente al pecho de Juan Belmonte, de la escalerilla del Tagua en la calle Betis a la cruz de San Jacinto, de la Cava de los Gitanos a la de los Civiles, de Antonio Montes a Curro Puya, de la fragua de los Caganchos al patio redondo de los Salesianos, de Cuatro Cantillos y Alfarería y desde San Jorge y Castilla hasta el Patrocino y el Zurraque… mientras el sol se ponía al son de una soleá, tras el cerro de Santa Brígida.

Aquella tarde, un torero de Triana, entre las dos rayas, dando el pecho, las puntas de las dos zapatillas mirando al toro, el compás semi abierto, la muleta por delante, llamando al toro: -vente bonito, vente... y aquel ramillete de naturales -como moñas de jazmines de la Velá- y el remate supremo del molinete, barroco por abelmontado, pidiendo el mejor bronce que Venancio puso en Juan, mientras los arcos derramaban Churumbelerías y algunos lloraban de emoción en el tendido.

Tras aquello la multitud lo aupó en volandas, -como en otros tiempos- para cruzar la gloria de la Puerta del Príncipe, y se lo llevaron por el Paseo Colón arriba, buscando el arrabal, a hombros del gentío, mientras la mareíta subía desde Sanlúcar. Aquella tarde de abril, tembló el puente, porque lo cruzaba un torero de Triana, entre la felicidad de sus partidarios…

Nunca olvidaremos que aquella tarde, Emilio Muñoz iba de verde y oro.

Foto: @ABCdeSevilla / archivo personal

Del Cartucho de Pepe Luis en el programa Verde y Oro de Radio Betis 29/04/2019

La ilusión y la esperanza




Sólo quien tiene la moneda en la mano, puede tirarla al aire y eso fue en cierto modo lo que hizo Rafael Serna, en una tarde complicada y difícil, en lo sentimental, pero en la que también estaba en juego su futuro. Cuando ya acabada la corrida, a esa hora en que los vencejos inician su concierto de cada atardecer, iba el torero bético de la Costanilla dando la vuelta al ruedo paseando la oreja del sexto con lágrimas en los ojos -luto en el alma y en el vestido macareno de su alternativa- y con una sonrisa que delataba muchas cosas, cuando en medio del platillo, alzó el trofeo y lo ofreció al cielo.
Es cierto que la banda de Tejera había empujado el triunfo con el estreno de los sones del pasodoble dedicado al padre del torero -nuestro Rafa Serna-y que el cariño de Sevilla también puso de su parte, pero en el haber del torero queda el pundonor con el que toreó a su primero, y con el temple que en el sexto le hizo renovar la ilusión que quizás vimos perdida en algunos compases de la tarde y sobre todo al marrar con la espada en su primero, pero de la mano de la ilusión siempre viene la esperanza.
A Luis Bolívar el palco le privó de pasear una oreja del exigente cuarto, sin duda el mejor toro del blando encierro de La Palmosilla, al que supo tomarle el aire y aunque la faena fue a menos, la estocada recibiendo de verdad, ponía firma a la actitud que traía el diestro cafetero, al que la vuelta al ruedo, supo a poco. De Luis David hay poco que contar en el desierto de trasteos sin emoción, que apenas encontraban el oasis de algún muletazo suelto de calidad.