A la fiesta se llega por la pasión, y la pasión para el niño nació con el destello de un héroe revestido de oro sobre seda verde, en una tarde de verano en Sanlúcar. Los toreros salían del hotel, entre partidarios y curiosos, y en los ojos del niño quedaron para siempre grabados, el reflejo dorado de aquel vestido de torear que quiso tocar como quien toca el manto de la Esperanza.
Alguien
le dijo que aquel torero era del barrio y que había pasado por las mismas aulas
que por entonces él pasaba, y así acabó la tarde sobre la arena de la playa,
con la ilusión de que las toallas fueran capotes que jugaban a torear a la mareíta
que se iba río arriba...
Casi veinte años más tarde, la vida le regaló la suerte de ver aquellos destellos de oro
sobre seda verde oliva, izados en el atardecer del puente,
aquella
tarde de abril del noventa y cuatro, en que se desbordó el toreo en el Arenal y
hasta la Boca del León al otro lado del río llegaron las aguas de su torería… Arriados
de arte Pureza y Altozano unidos, de los ojillos del Puente al pecho de Juan
Belmonte, de la escalerilla del Tagua en la calle Betis a la cruz de San
Jacinto, de la Cava de los Gitanos a la de los Civiles, de Antonio Montes a Curro
Puya, de la fragua de los Caganchos al patio redondo de los Salesianos, de
Cuatro Cantillos y Alfarería y desde San Jorge y Castilla hasta el Patrocino y
el Zurraque… mientras el sol se ponía al son de una soleá, tras el cerro de
Santa Brígida.
Aquella tarde, un torero de Triana, entre las dos rayas, dando el pecho, las puntas de las
dos zapatillas mirando al toro, el compás semi abierto, la muleta por delante, llamando
al toro: -vente bonito, vente... y aquel ramillete de naturales -como moñas de
jazmines de la Velá- y el remate supremo del molinete, barroco por abelmontado,
pidiendo el mejor bronce que Venancio puso en Juan, mientras los arcos
derramaban Churumbelerías y algunos lloraban de emoción en el tendido.
Tras aquello
la multitud lo aupó en volandas, -como en otros tiempos- para cruzar la gloria
de la Puerta del Príncipe, y se lo llevaron por el Paseo Colón arriba, buscando
el arrabal, a hombros del gentío, mientras la mareíta subía desde Sanlúcar. Aquella tarde de
abril, tembló el puente, porque lo cruzaba un torero de Triana, entre la
felicidad de sus partidarios…
Nunca olvidaremos que aquella tarde, Emilio Muñoz iba de verde y oro.
Foto: @ABCdeSevilla / archivo personal
Nunca olvidaremos que aquella tarde, Emilio Muñoz iba de verde y oro.
Foto: @ABCdeSevilla / archivo personal
Del Cartucho de Pepe Luis en el programa Verde y Oro de Radio Betis 29/04/2019