En Cuarentena
Para María, Leo, Anichi, Emma y Rocío
La campana de la torre que silencia murmullos en la Madrugada, marcó la una, el sol en lo alto del mediodía no acallaba las carreras de la chiquillería en la Plaza, mientras del interior de la Parroquia como en una brisa de otros tiempos, venían los sones del organo que musitaban las notas que en otro tiempo del BajoCoro traía el violín de Lerate. En el quiosco como ayer, se vendían entre periódicos piruletas y palotes, las medallas al cuello sobrepasaban el pecho a pesar del nudo en el cordón azul y grana y las niñas, siempre más delicadas, cuidaban de la cinta añil de la que pendían las suyas, pequeños detalles que se heredan como nosotros entonces, cuando eras tú quien dejabas correr la vida por la Plaza, sorteando los coches en una mañana como la de hoy, aprovechando la excusa para entrar en la capilla y pedirle a Curro agua de la vieja pileta...
Cuantos recuerdos que hoy florecen en el árbol de la vida de los niños de entonces y se reflejan en la sangre de nuestra sangre, sangre bofetera que sin saber ni como ni porque lleva el adn de la herencia que nos legaron nuestros mayores y que hoy - como entonces- cuelga en esa medalla prendida de un cordón o de una cinta.