miércoles, 25 de febrero de 2009

A golpe de pértiga


Hoy como entonces, primer día de triduo, en el Templo los cabales, esos que bien conocemos, y Ella en su altar, rodeada de cera, pues aún no esperaba como en estos días en ese lugar tan especial, a los pies del Señor.
Ya aparecen los acólitos, el rosario ya acabó con su letanía y te acuerdas de aquel primer golpe de pértiga, rodilla a tierra y golpe para ir a por el cirial, aún no habías cumplido los quince y allí estabas revestido con el alba, los zapatos negros, muy limpios, y el sudor en las manos que escondías bajo la dalmática morada, con el pánico escénico de que se te cayera el cirial y pusieras a medio San Lorenzo perdido de cera.
Nuevo golpe y el pertiguero manda sacar el cirial, apenas lo has sacado y ves que puedes con él y ni te imaginabas tantas cosas como te quedarían por vivir en aquel lugar, otro golpe, y al mirar a tu compañero, no pensabas en las amistades que encontrarías allí, inicias el camino, y ahí sientes las primeras miradas cómplices, esas que hoy, tantos años como han pasado, sigues sintiendo como cuando te saludan al verte sentado, en los cultos, ya sea el Quinario del Señor o el Tríduo, en aquella silla en el atrio.
Llegas bajo el coro y el incienso recién bendecido llena de aromas el templo del Señor, suenan altas las voces del tenor y en ese momento un nuevo golpe de pértiga... y te preguntas si alguna vez vestirás el ropón y la gola en el cuello y sin pensarlo, casi te ves al año siguiente en otro primer día de tríduo, por primera vez golpeando sobre el frio mármol, con la pértiga de plata…
Han pasado tantos años y aún recordamos aquella primera vez en que salimos de acólito en nuestra Hermandad, no teníamos ni quince años, pero ya entonces habíamos sido atrapados por Ella, estamos convencidos de que nuestra vida no hubiera sido la misma de no haber llegado un día a San Lorenzo y no habernos dejado llevar por ese lugar que se convirtió en el lugar donde encontramos amigos, donde crecimos como personas, donde tanto disfrutamos de aquel Casinillo…
Todo eso y mucho más no tendría sentido si no hubiéramos sido atrapados por el Corazón Traspasado de Nuestra Virgen, ésa que siempre intercede ante quien tiene en su manos el Poder y el Imperio de nuestras vidas.
(En ese momento el coro entona la Salve Regina y el pertiguero golpea el mármol para que se alcen los ciriales...)

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