domingo, 12 de abril de 2009

Mi calle Parras particular


No buscadme en Parras a esa hora en que la Macarena ya viene con la luz de la mañana, con la cara ojerosa por toda la madrugada repartiendo gracia, no buscadme en Pureza, ni en Rodrigo de Triana, a esa hora en que la otra Esperanza se regodea por su barrio, no, allí no me encontrareis y de hacerlo os aseguro que será porque un compromiso me ha obligado a ello.

Buscadme, más tarde, cuando la luz del mediodía del Arenal venga poniendo el contrapunto de lo que habremos de vivir. Sí buscadme a esa hora en que aún llevando un rato despiertos no sepamos muy bien si desayunar o almorzar, buscadme en esa mi Parras particular que se llama Real de la Carretería, antes Varflora, buscadme en ese momento único e irrepetible cuando se abren las puertas de la Capilla y nos muestra el galeón de hojarasca que habrá de surcar las calles del Arenal. Buscadme cuando la cruz de guía inicia el camino, a esa hora en que aún sólo estamos los elegidos, cuando aún no ha llegado quienes verán como el paso busca el muro de enfrente para poder hacer la revirá.

Ahí en la gloria de los Carreteros, me encontrareis siempre, allí donde entre los lirios florecen los cardos, allí donde la Virgen de la Luz mira sin consuelo al Cristo de la Salud, allí en ese patíbulo del Arenal, con tres cruces y tres marías…

Y cuando el barco ya vaya alejándose, me encontrareis delante de esa goleta romántica que es el palio de la Virgen del Mayor Dolor, allí donde el tiempo parece detenido, donde puedes admirar en vivo ese grabado de García Ramos, que siempre permanece y al que cuando se le recuperan unas simples corbatas en las bambalinas parecen que nunca hubieran dejado de salir… Ahí radica la gracia de esto, todo cambia, nada es igual, pero siempre es lo mismo.

La calle Parras y la calle Pureza yo las cambio por esa calle del Arenal donde se guarda lo más puro que hay en Sevilla, la gracia de los toneleros que se ancló en la corte chica de los Montpensier, la de las túnicas de terciopelo azul, la de la cruz de Santiago bordada, la que perdió un manto en los almacenes de Contreras, la que siempre estrena algo y nunca se nota, buscadme siempre el Viernes Santo, en esa calle que sólo puede ser para esta hermandad de nobleza en sus formas, en Real de la Carretería, antes Varflora.

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