martes, 13 de abril de 2010

La feria de Oliva Soto




Venías vestido, Alfonso, igual que aquella noche de Agosto, en que llegabas pidiendo ese sitio mejor que merece tu toreo de cante grande que nace en tus muñecas de pura gitanería.
Venía Oliva Soto anunciado con la ganadería, que una tarde septembrina de novilladas para cuatro aficionados y cuarenta guiris en los tendidos derramó para siempre la sangre de  tu tio Ramón sobre el albero Maestrante.
Quizás fuera falta de sensibilidad de la empresa, como dijeron algunos, anunciarlo con ese hierro, pero para los toreros con hambre de oportunidades y peores contratos, no se entiende de divisas y sí de darlo todo en cuanto el que salga por el chiquero se deje hacer cuatro cosas, y es que lleva el  torero casi tres años de matador y esta era su tercera tarde, así que cuando se quiere ser gente en el toreo no se puede decir a nada que no.
Salió tu primero y muchos fueron los que dijeron en el tendido que este toro no era para el artista, pero muchos desconocían ese valor sereno y seco que demostrases aquella noche agosteña, y nos enseñaste aquello de que el toreo es caricia, tras el brindis al cielo y a la plaza, vino el cite de frente, dando el pecho, la muleta adelantada y el del Conde que se arranca con brusquedad y el engaño dibuja el redondo casi acariciando la envestida.
La faena sigue, el toro no es fácil, pero el artista firma el sublime cambio de mano y el kirikíkí que nos enloquece. Un pichazo y una estocada y una oreja que paseas por el anillo… 
Pero aún quedaba la faena al quinto, tu sonrisa, tan sevillana lo dice todo tras el recibo a la verónica y la media abrochada y el traspiés con el pliegue del capote, pero estás disfrutando y Sevilla contigo, y viene la faena de muleta, con los aromas que recuerdan a Camas, tu pueblo torero, siempre presente en tu toreo, se puede torear distinto, pero no se puede torear mejor, aromas de buen vino que no envejece, gran reserva que se hallaba guardada en tus muñecas…
Y llega la cruz, tu cruz, el vinagre que nos amarga la fiesta, esa espada que te cierra la posibilidad de ver como se pone el sol en el horizonte por tu pueblo izado a hombros por el Paseo Colón.
Venías sin nada, Alfonso y te vas con algunas tardes contratadas en el esportón, la primera esta misma semana en Ecuador mientras nosotros nos quedamos con las ganas de volverte a ver pronto, muy pronto con la esperanza de que la espada nos devuelva aquello que nos robó, la Puerta del Principe, pero que nadie se lleve a engaños, torero, porque esta preferia es ya tu Feria.

(Fotografia: Álvaro Pastor)

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