lunes, 3 de enero de 2011

Aclamaciones de la tradición



Tienen sonido antiguo, como de saeta de Centeno, del Niño Gloria o de Vallejo; Con tu cruz al fuerte armado, despojaste de su imperio; quizás de villancico de Epífania, vísperas gozosas de la manifestación de tu Gran Poder, o porqué no de corrido de ciego o vocero de tu devoción que transmitiera tu fe por los caminos; este es el grande misterio, de esa cruz que te has cargado.

Aclamaciones que quizás se pierdan casi en la noche de los tiempos de tu bendita devoción, exvotos de besos depositados en tu talón, secretos guardados en tu camarín;  llevando esa cruz erguida,  tu poder obró de suerte; porque quien sabe si son obra de Fray Diego para esa novena que aún se reza en San Lorenzo pero también allí en tierra extraña, adonde llegó tu devoción que no conoce de fronteras ni de razas, y sí de quien se aferra a ti como clavo ardiendo; que a la muerte diste, muerte y a los mortales la vida.
Y así estamos hoy, días de Quinario, de abono que dirán los cabales de San Lorenzo, descubiertos de antifaces de ruán, y dando testimonio de nuestra fe, porque ya se sabe que Todo el Poder en Tu mano, el Padre quiso poner, mientras tus devotos abarrotan hasta el último lugar de tu Basílica…
La vida pasa en estos días ante nuestros ojos, porque igual que ayer fuimos llevados ante ti, hoy somos nosotros quienes acercamos a la sangre de nuestra sangre, vida de nuestras vidas, y al igual que entonces quienes nos antecedieron hoy nosotros te pedimos por las vidas que habrán de venir, Dios de la verdad,  Señor, por tu Gran Poder, salvad al linaje humano.

Días de Quinario, ayer de novena que perdura en estas aclamaciones de la tradición, que son el vivo recuerdo de la devoción viva y creciente de un pueblo…

En el atrio ha sonado, solemne, el golpe de la pértiga de  plata sobre el mármol, ayer sonaron solemnes Christus Factus Est y hoy suenan los sones tan nuestros de Coronación, el incienso sagrado perfuma el templo y avanza alzada la Cruz Basilical, franqueada por los ciriales dorados con los codales de cera tiniebla, igual que ayer, igual que siempre, y es que aunque un día ya no estemos, y gozemos de la verdad de su Gran Poder, cada año por estas fechas estamos seguros de que algo de nosotros, sangre de nuestra sangre, vida de nuestras vidas, volverá a tener una cita ante la imagen del Señor.

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