lunes, 15 de febrero de 2010

Días de tres por cuatro



Saliste a mi encuentro, por la Viña o el Mentidero, por la Plaza de las Flores y por los viejos rincones del Pópulo, traías ese sabor antiguo heredado en la sangre de la suprema gracia gaditana, esa que enseña a disfrutar de una puesta de sol en la Caleta, esa gracia que un día conocimos en casa, con los recuerdos de otros tiempos cunado nos contaban historias de aquella casa de Gaspar del Pino,  de paseos por Benjumeda, Marqués del Real Tesoro o la Plaza de San Antonio y que mi hermana supo reverdecer con el sonido de aquella comparsa.
Y allí nos encontramos, pues tú venías disfrazada de alma gaditana, el único tipo que no es disfraz pues realmente venías vestida ti, con la luz que llena de claridad tus mañanas, con la plata que la luna refleja en el mar las madrugadas y con el levante que imprime en tu caracter esa miajita de locura, que es capaz de hacerte subir en aquella vieja batea, para regalarnos el son eterno del supremo tango gaditano, o en la gracia de aquella chirigota callejera que en aquel callejón derramaba sus letras, con los viejos sones del tres por cuatro, esos que ay, ya apenas se escuchan en las tablas de aquel Teatro.
Y allí estaba yo, en medio de aquel guirigai, disfrutando de toda la gracia en las bocanadas de papelillos confundidos entre los buches de manzanilla, uno más entre el gentío...
De pronto un romancero por aquí, que nos regaló en su parodia un trozo de una vida gaditana y sin querer me fui enamorando de ti, de tanto soñarte en noches de transistores, cuando me dormía soñando que mi almohada era el mostrador de cualquier peña carnavalera, escuchando el concurso del Falla, con los sones  del tres por cuatro de aquel pasodoble eterno de las Viudas del Noly ,"Vuelve ya el tres por cuatro, el tres por cuatro bueno..." 
Quise soñar que no dormía, quise pensar que no soñaba, pero estaba allí, despierto entre los sones de aquellos pitos de caña llenos de gracia gaditana, en aquella esquina del Cádiz eterno, que nos enseñaron  a amar y a comprender cuando de chiquillos sin saberlo, en aquella salita, con aquella vieja radio, que bien pareciera la de onda pesquera, nos pedían sólo silencio y atención, mientras buscaban la onda media de Radio Cádiz, para llenar la habitación de los sones de aquel sonido que nos decían que se llamaba Carnaval.

1 comentario:

Pititotis dijo...

Y así hemos salido... que aún sintiendonos sevillanos y sin poder imaginar vivir en otra ciudad que nos sea la nuestra, tampoco podemos imaginarnos sin sentir este amor por nuestra otra ciudad, esa que en el fondo de nuestro corazón late con más fuerza cada febrero...

... que son de piedra y no se notan...