domingo, 14 de noviembre de 2010

Llueve sobre la vieja dama


La mañana de este domingo de noviembre se ha metido en agua, poniendo quizás los tonos de otoño sobre la paleta de colores de la ciudad. 
Llueve sobre la plaza hermosamente sucia en la que suenan los latines de Eslava que salen del interior del templo, donde es cierto que somos pocos, hoy curiosamente justo un año después, pero más vale así porque quienes están, lo hacemos porque lo queremos y lo sentimos y no por que nos sintamos  obligados a estar;  con diferencia de quienes estén o no; tristeza de cuando en esta vida lo sagrado se confunde con lo mundano y viceversa; que para lo contrario siempre quedará permanecer sentado en la esquina, dándole eternas vueltas de cucharilla al mareado café helado, que en esta desapacible mañana de lluvia, curiosamente no se ha servido. La vida pasa, y aunque algunos quisieran ser eternos, desgraciadamente lo hace para todo el mundo y al final memento mori que diría el clásico.
Llueve sobre la vieja dama, poniendo en sus cales el recuerdo de esa vieja  Roma andaluza que la circunda, luz moteada que se refleja en los charcos y que en la Costanilla busca las romanas maneras que se ocultan en San Alberto; mediodía de puesto, escopeta y perro, quizás hora de estrenar la botella de mosto del Aljarafe y las aceitunas gordales del verdeo del primer aliño; y hasta parece que la lluvia parece invitar a encender el primer brasero tras las cales de los muros, aroma de primera alhucema quemada y mesa de camilla que invita a estrenar la primera cabezada plenamente otoñal en la sobremesa.
Hoy, como hace un año, la vida pasa y no te enteras, pero a diferencia de entonces, por el Museo no habrá esta tarde sones de Mater Mea, que el agua impedirá la salida de la Madona del Corazón Alado... Todo pasa y todo llega, in ictu oculi.
Ya es media tarde, las gotas de la lluvia resbalan por los cristales y de la cocina sale un aroma de cafetera caliente y el sabor de un bizcocho recién horneado, María hace sus monerías de 13 meses, y se nos viene a la memoria aquella palma de los días azules que adorna un balcón cerrado que esta tarde, un año más, se quedará aguardando como en tiempos mejores y es que la vida es mucho más que esperar, aunque sea sentado a que todo cambie, tomando siempre, el mismo café envenenado.

(Fotografía: Juan Guerrero)

3 comentarios:

Juan Antonio ( Amaneceres mios) dijo...

Absolutamente hermoso.Sevilla en estado puro.Me ha encantado.Por un momento lo hubiera dado todo por sentarme en ese velador...un abrazo

el matematico del rey dijo...

muy bueno caballero...en su linea...genial de veras

Bruma de San Lorenzo dijo...

como se nota la envidia que os corroe a todos,envidia de no poder compartir esas infinitas tardes dandole vueltas y mas vueltas al mareado cafe,escuchando buenas historias y divirtiendote con los amigos,pero no te preocupes que seguiran asi,por mucho que intenteis desprestigiar a esas personas que en verdad no os han hecho nada...