lunes, 9 de noviembre de 2009

Un balcón cerrado

(Dedicado a Ana)
Las nubes de incienso que preceden al paso de la Señora del Amparo, parecen subir por entre las paredes encaladas de las casas de la antigua collación de la Magdalena.
En una de ellas permanece, prendada de su balcón de vieja forja, con aquellos lazos carmesíes, la palma que en la mañana del Domingo de Ramos parecía esperar que con la última luz de la tarde recibiera el saludo de esa Estrella que desde nuestra Triana viniera a traer la esencia de quien toma la ciudad en el día más bello y esperado de quienes tenemos la dicha de vivir bajo el cielo sevillano.
Los balcones tienen esta tarde-noche de Noviembre el mismo resplandor engalanado que en la mañana de juncia, tomillos y romero del Domingo de Corpus acompaña a Dios hecho cuerpo por las viejas calles del barrio con la elegancia propia de quienes día tras días, dejan una oración ante el Calvario o una salve ante la Virgen del Amparo, tras escuchar aquella misa de ocho y cuarto con D. Manuel Loizaga en aquel banco junto a su confesionario o en las que el Padre Patero en San Buenaventura da ante La Sevillana cada domingo a las siete y media.
Pasan las representaciones de las hermandades de la Parroquia y se escuchan a lo lejos los solemnes sones de una marcha de Font de Anta, cuando de pronto, como una costumbre, dirigimos los ojos hacia aquel balcón donde siempre esperamos la palma cada día o los damascos junto a las muchachas asomadas a la espera de la más bella Madona sevillana, pero esta vez no hay ricas telas ni muchachas asomadas, solitaria como un suspiro al viento, pende la palma con los lazos carmesíes, de pronto una mano te toma por el brazo y te susurra el porqué de aquella ausencia de damascos y muchachas, y así casi sin darte cuenta ya está el paso de la Señora del Amparo delante, y el fiscal manda al capataz que lo arríe allí, delante de aquel balcón cerrado, justo cuando los sones de Amarguras desgarran su más triste melodía y de nuestros ojos brota una lágrima auténtica y verdadera a la par que en nuestro pecho, parece da un vuelco nuestra alma y nos aprieta un nudo en la garganta.
La Señora prosigue su marcha mientras que el Corazón alado que trae cual cetro en su mano derecha, ha traído en esta fría tarde-noche de Noviembre el recuerdo imperecedero de quien siempre tuvo para nosotros un consejo y una mirada de cariño, mientras nosotros quedamos prendados con la mirada prendida del manto salmón en el que en ese momento se bordan tantos recuerdos de nuestra vida y volvemos a mirar a aquellos cielos que un día recuperamos.

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