martes, 7 de abril de 2009

Tras de ti


Tras de ti, como tantas mujeres, esas que nunca te abandonan, esas que sólo Tú conoces la razón de esa penitencia que las hace cruzar contigo Sevilla entera para no dejarte ni un momento.
Tras de ti, amarrado como tu barrio entero, que cabe en el cordón negro y plata de la medalla de tu hermandad, esa que es mucho más que cualquier otra, pues aglutina tantas cosas, tantas vidas, las que fueron, las que están y las que ya se inician, aunque sea en una pequeña medalla, así vamos, acompañándote en las sombras verdes del parque, en la luz plena del foso, en las primeras sombras de la Avenida, en el sol de la tarde del Póstigo.
Así vamos prendidos de ti y de tu gente, esa con la que sentimos que nos unen tantas cosas cuando te vemos con el andar valiente con el que afrontas, Dios mio, tu victoria sobre tantas cosas.
Así viene el Cautivo de Sevilla, el Cautivo del Tiro, el Cautivo al que nos agarramos cuando la oscuridad de la vida nos recuerda a esa vuelta, casi abandonado de tantas cosas fátulas de esta vida al corazón de tu barrio, y así cruzas el parque en medio de la noche.
Ahí, sí que me gusta verte, siempre, Cautivo, rodeado de los tuyos, esos que de verdad se aferran a ti ante las cosas mundanas se ponen en tus manos, porque saben que Tú nunca los abandonas.
Ahí si me gusta sentirte Señor, con la profundidad de tu mirada y de tus manos amarradas, ayer te besé las manos y hoy igual que ayer, me esperas sobre la canastilla dorada de tu paso, ahí si que sacas ese Gran Poder que te acompaña siempre, ese Gran Poder que eres tú mismo, la misma soga, las mismas manos, hoy no hay cruz, sólo estás Tú, tanto, que te transformas y te siento así, Dios mismo, Tú siempre nuestro Gran Poder, Tú siempre nuestro Cautivo.

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