martes, 30 de octubre de 2012

Los calcetines del hermano Miranda

Un día llegó y en Casa Ricardo nos comentó un secreto, vivía prendado por el Dulce hechizo de aquellos ojos morenos que habitan en la Plaza de San Lorenzo, y casi sin dejarnos pensar, nos pidió que le buscáramos la solicitud para formar parte de la Cofradía, tan distante de su Primitiva, tan lejana de todo aquello que conocía.
Las vísperas de aquella Cuaresma, aún la recuerdo acompañándolo a la Alcaicería por unas sandalias, en su acento canario de La Laguna, unas cholas, y no olvidaré como casi de inmediato tras hacer una llamada apunto estuvo de encargar unas cuantas más para unos amigos de Tenerife. Luis era así.
Se acercaba el Martes Santo, ya tenía la zurbaranesca túnica y las sandalias, la medalla de plata y la papeleta que había gestionado con su arte espléndido, para ir lo más cerquita posible de aquella Virgen que por entonces lucía la tan preferida saya rosa, cuando se puso a buscar unos calcetines blancos largos de hilo escocia  por media Sevilla y parte de la otra media, imposible, así que con cierto mosqueo y no con cierta guasa terminó sacando unos calcetines de deportes tan alejados de su natural elegancia....

Pasaron los meses, y una tarde de octubre recibimos una llamada en el móvil, al otro lado el dulce tono de voz, iniciaba una conversación cargada de genialidad:
 -Mi niño???, Luis Miranda, que estoy en Londres, que ya tenemos los calcetines blancos para el Martes Santo...
Desde entonces cada Martes Santo, las genialidad del hermano Miranda, hace que algunos nazarenos  lleven aquellos calcetines blancos de hilo de escocia venidos desde tan lejos.

Hoy cuando ya sabemos -porque creemos-, que estás en la compañía de tu Divino Nazareno y de la Dulce Mirada de aquella que te hechizó en San Lorenzo, te recordamos con las lágrimas en el alma sabedores de que ya no sonará el móvil y tu voz diga que vienes para quedarte en Sevilla para siempre.

martes, 17 de julio de 2012

El Príncipe del Arenal


Es del barrio del Arenal se  llama Paco Lama, en los carteles Lama de Góngora y ha traido la ilusión para muchos que ya teníamos perdida la esperanza de reencontrarnos con un torero de Sevilla. Es apenas un joven imberbe, quizás un seise, que tras torear como los mismos ángeles, fue izado en volandas cruzando el umbral de la Puerta del Principe y descubrió así como le saludaban las luces de Triana... 
Es del Arenal, y a hombros lo llevaba Sevilla ilusionada por sus calles, la gloria en sus manos, el sueño despierto de todo aquel que ha soñado alguna vez torear, aunque fuera sólo de salón imaginando los sones de Tejera , el bieeeeennn y el olé rotundo de los tendidos .
Se llama Lama de Góngora y es la ilusión que Sevilla esperaba, sólo el tiempo sabe si podrá aspirar a mucho más de lo que ya es hoy, el principe heredero por derecho propio de la escuela de la gracia sevillana.
Así que sólo queda desearte suerte y al toro, niño.
Fotografía: Álvaro Pastor

miércoles, 18 de abril de 2012

Reencuentro


Era un radiante día de marzo, de esos que piden nazarenos y cofradías a gritos, de cielo azul hiniesta y luz dorada como el oro viejo de los cíngulos carreteros, el Arenal no era un hervidero de gente y en las cales del Baratillo apenas se reflejaba el revuelo de los pocos valientes que se acercaban a retirar entradas para los días grandes de la liturgia taurina que por Pascua Florida vuelve a resucitar sobre el altar de albero del coso del Baratillo.
Así llegamos, cruzando por la calle Circo y nos encontramos una puerta pintada de almagra entreabierta por la que salían albañiles y no lo dudamos, entramos como si tal cosa y tras cruzar una puerta de forja, subimos por las escaleras y por una de las entradas de las gradas nos contemplamos frente a frente, tus arcadas hermosamente encaladas  y salpicadas de calimocha volvían a embrujarnos como tantas veces, era el reencuetro con aquel viejo amor que siempre espera, porque la vida pasa y ella siempre permanece, con sus silencios eternos, rotos sólo, por el sonido de los vencejos y así no pudimos más que recordar aquellas palabras que Jaime de Armiñan puso en los labios de Manuel Alvarez  "Juncal" e hicimos nuestra aquella jaculatoria hermosamente bella que nos retrotraía a ver como amanecía tras tu silueta desde la calle Betis una mañana de Feria:  “¡Buenos días, reina mía!

lunes, 20 de febrero de 2012

Un beso más allá de las estrellas

Pasan los años, casi veinte desde aquella aciaga madrugada, en la que te perdimos para siempre y el cielo ganó una estrella a la que buscamos cada noche para darte ese beso que desde entonces nos falta.
Ausencias que echamos en falta, cuando creemos buscarte reencarnada en la mirada de los que son sangre de nuestra sangre, igual que tú un día ya lejano posabas tu mirada en nosotros, que eramos sangre de tu sangre...
Tu ausencia no pasa, se acerca ese día en que cada año vuelvo a echarte cuanto de menos, porque no puedo reencontrarme con aquella bandeja de torrijas, mis torrijas, que sólo las manos de una abuela podían enseñar a las manos de una madre, para que cada año ese día yo no eche en falta tu ausencia.
Se que esta noche, cuando la pequeña Ana y María tengan un beso de buenas noches, como tantas otras veces yo en aquel 23, me acordaré de ti, de esa ausencia que nunca se llena, de ese rúan de Martes Santo que cada año vuelve en forma de medalla bajo una túnica bofetera, de esa Tú Esperanza, que contabas en aquel cajón rodeada de varas de nardos en Orfila y que cada Madrugada nos acompaña en tu medalla para ser siempre Nuestra Esperanza...
Tantos recuerdos se agolpan de ti, que tú ausencia no es ausencia, porque vives permanente y etenamente en nosotros, por eso esta noche cierro los ojos y como si te viera, vuelvo a ser aquel niño que vuelve del colegio y te encuentra, te abraza y te besa, con el mismo cariño que aquel niño hoy te  manda un beso más allá de las estrellas.  

jueves, 2 de febrero de 2012

El último gorrión de Viruta


Creo que fue allí, junto a Santo Domingo, entre aquellos muros centenarios donde siendo apenas un niño, tras salir de misa y aprovechando un descuido, mojé por primera vez mis labios con el oro pajizo sanluqueño.
Allí donde cada vez que llegaba a mi paraiso particular, tenía que ir, quizás buscando volver a ser lo que un día fuimos, aquel que se quedó con la mirada puesta en el atardecer que se perdía para siempre más allá de Salabar, perdido en aquel horizonte lleno de silencio del sur, más allá de la Barra, donde brillaba blanco y plata el barco del Arroz, mientras apretaba tu mano sabedor que lo único que quería era parar el tiempo, para no tener que pensar en volver y tenerte junto a mi eternamente.
Volver, para perderme por tus calles, para saborear la vida que se toma despacio, como pasa el tiempo entre tus calles, sin las prisas propias de la rutina diaria de la ciudad que me espera río arriba y así llegar de nuevo a la Habana para saborear una copa y dejar pasar el tiempo, como se pasaba el tiempo cuando eramos niños y nos perdíamos por tus calles para bebernos la vida, en aquellos viejos mostradores, donde se servían gorriones de Viruta.
Pero, ay, me dicen que cuando vuelva ya nada será igual, que aquel templo de nuestra vida habrá cerrado su portalón centenario y con él se llevará para siempre tantas historias, tantas generaciones, tantas conversaciones y tanta vida como se disfrutaba con una copa y unos amigos en esta Habana sin Fidel pero con Curro o Limeño y las fotos de los palanganas en las paredes, que ya no podré escuchar aquellas bromas de aquellos que en Sanlúcar llamaban caribñeos pues su vida transcurría entre Santo Domingo y la Habana.
Hoy, desde la distancia saco aquel viejo gorrión que conservo de tu vajilla raptada y lo lleno a falta de Viruta, de San León, para saborear el tiempo,que ya no podré disfrutar entre los muros centenarios de aquel lugar que se llamaba La Habana.

jueves, 5 de enero de 2012

Los renglones torcidos del Gran Poder


Habíamos marchado de la ciudad dejando pendiente esa cita cotidiana de despedir el año ante el Señor revestido de oro persa y con todo el aparato de su altar de quinario preparado para escuchar los sones de Eslava recordando el Lazo que une generaciones, esas que en otros tiempos sería la novena de Fray Diego tan cargada de aclamaciones de la tradición y de virtudes que tanto se sabían de memoria aquellas devotas de velos y trajes negros que se acercaban a la capilla de la Parroquia.
Habíamos marchado sin ni siquiera tener la posibilidad de musitar una oración de despedida ante el azulejo de la plaza que precisamente por esta fechas cumplirá cien años, costumbre aprendida de nuestros mayores cuando el templo estaba cerrado, y así con esa idea fija en el pensamiento, como si hubiéramos quebrantado algo tan nuestro y nos traicionáramos a nosotros mismos, recorríamos otras calles, otras plazas sabedores de que no íbamos poder cumplir nuestra costumbre.
Pero el Señor, aunque lo dudemos, siempre escribe derecho sobre renglones torcidos y quiso aparecer en el lugar más insospechado, en aquel azulejo del interior de aquella casa, justo en aquella plaza por la que tantas veces habíamos pasado y en lo que es peor, nunca habíamos reparado y así al verlo enmarcado en aquel "Jesús confío en Ti" recordamos aquello que nos contaban otros de encontrárselo frente a frente en lugares tan alejados de la ciudad como insospechados.
Pero aún quedaban más sorpresas, pues cuando el año ya se consumía en minutos, nos dieron un sobre que contenía una solicitud de ingreso en la hermandad para firmarla, el año se iba pero la presencia del Señor estaba con nosotros hasta el último momento, porque los renglones torcidos del Gran Poder son así y su dictado no entiende ni de tiempo ni de espacio.
Y es que para algunos serán casualidades, pero nosotros sabemos que no son tales, porque con sus manos se escribe el imperio de nuestras vidas.