lunes, 28 de febrero de 2011

Pepín Martín Vázquez, el eslabón perdido



En este día de medallas e hijos predilectos de Andalucía, entre los que logicamente no se encontraba, se nos ha ido para siempre Pepín Martín Vázquez, ese torero quizás poco reconocido por el gran público al que sólo vimos torear - quizás algunas miles de veces menos que su actual espejo nuestro admirado Morante de la Puebla- en aquella película de Luis Lucia que estaba inspirada en la novela de Alejandro Pérez Lugín, Currito de la Cruz.
Pero de tanto ver la película y de tanto como nos contaron cuando eramos niños de como toreaba, hoy seríamos capaces de cerrar los ojos y verlo incluso hacer un paseillo en la Maestranza, porque se nos ha ido para siempre aquel torero de nuestras tardes infantiles, de merienda y video Beta, aquel torero olvidado por el paso del tiempo, que volvía a sonar cuando algún torero de Sevilla lo nombraba como autentico maestro en el más bello reconocimiento íntimo, que no entiende ni comprende de las concesiones de las medallas a las Bellas Artes en la Tauromaquia.
Hoy hemos perdido para siempre a aquel torero literario que en la gran pantalla escondía a este torero puntal de la escuela sevillana, quizás aquel eslabón perdido como alguien lo llamara entre Pepe Luis y Curro al que frenó aquel cornalón de Valdepeñas, este mismo torero, que revestía a ese hombre sincero, que tuvo la gallardía de irse a su casa, aquel día en que perdió la afición al no sentir nada al mirar el traje de luces y no emocionarse al ponerse la taleguilla.
Hoy,  perdido el hombre pero nunca nuestro mito, el torero volverá a resucitar -sin la necesidad de que la televisión de todos tenga que ir contra su libro de estilo y reponga Currito de la Cruz- cuando en nuestro DVD volvamos a ver en todo su explendor la gracia toreadora del diestro de La Resolana en aquella tarde ya lejana de la Beneficencia en Madrid ante toros de Bohórquez.

viernes, 25 de febrero de 2011

Azahar lunero


Ya está aquí la luz nueva por la que suspira la vida, el tiempo sin tiempo de la luz primera, ilusión de unos ojos ciegos que aguardan por primera vez llenarse del dorado luminoso de las tardes de marzo, visiones de un cielo añil que se refleja en el espejo de raso de un sueño de Domingo de Ramos.
Ya empiezan a jerminar por los naranjos preñados, los nuevos brotes que ya anuncian tu llegada, sol naciente, y amor creciente que se gesta en un sueño enamorado.
La vida se alarga como se alargan las tardes en la luz que se refleja en el brillo de las veletas, en el remate vidriado de las azoteas o el de esa otra luz entre la arquitectura efímera, allí donde las llamas centelleantes de una candelería guardan imperecedero, el recuerdo de quienes nos precedieron y de aquellos, -ay la vida- de quienes nunca les permitieron ver la luz de tus mañanas.
No has llegado, pero ya te sentimos, botón blanco en la oscuridad frondosa del verde espinoso, lucero perdido en el terciopelo nocturno del universo silente, llamarada de incienso aún sin el aroma que nos embriaga, azahar lunero, germen primero, que ya anuncia tu llegada.
Ya estás aquí, tiempo de nuestro tiempo, delicada caricia de la vez primera, mano a la que aferrarse para sentir y ver, para soñar y declinar, llanto que se enjuaga en un pañuelo de esperanza, dulce bandera al viento en que se ondea el legado, allí donde igual que se enseña se aprende la vida, luna llena, vida nueva, aroma entre el que atraviesa esa vira de oro que ya renace entre las ramas y que te recuerda -siempre- cuan importante es saber quienes somos sin renunciar nunca al lugar del que un día vinimos.

domingo, 20 de febrero de 2011

Triste noche en la Gavidia

Hay calles que bien parecieran hechas para el tránsito de cofradías, lugares que se convierten en algo más que un lugar marcado en los programas cuando pasa tal o cual hermandad, calles que una vez al año parecen recuperar el esplendor de antaño, espejismo de lo que fueron un día, sabor de barrio que se recupera al paso de su cofradía, calles que hoy cruzas llevando de la mano a tus hijos, igual que ayer las cruzabas de la mano de tu padre o de tu abuelo, son esas calles que sin tú saberlo forman la geografía única de la Semana Santa de cada sevillano.
Pero hay algunas calles que son para ti, completamente distintas, son esas que has cruzado año tras año con tu cofradía, esas en las que distes tus primeros pasos vestido de naveta y asido a la vara de tu padre nazareno, calles que han pisado tus pies desnudos cuando acompañabas al Señor de tus devociones o donde has disfrutado como costalero al sonar esa marcha que es mucho más que la banda sonora de nuestras vidas. Son esas que tu Hermandad cruza desde mucho antes de que tú llegaras a este mundo, lugares que aguardan a la Cofradía, ya fuera a la vuelta o a la ida desde hace casi sesenta años (*), calles que guardan secretas historias que se repiten año tras año, Cardenal Spínola, la plaza de la Gavidia o la calle de las Cortes que ahora guardan tantas historias y que hoy se ven sustituidas caprichosamente por otras para conmemorar la efemérides menor en el tiempo de un patronazgo lleno de ausencias que -a la vista  ha estado- importa poco a la otra parte; de una Hermandad que pronto, muy pronto, será centenaria, y que aunque hoy no pase por sus mejores momentos no puede ni debe darle la espalda a su propia historia, esa que dicta de donde vienes,  porque parafraseando a Séneca, sólo el pasado es cierto por que el presente es brevisimo y el futuro incierto.
Por eso este Martes Santo, cuando la Cruz de Guía de La Bofetá tome dirección hacia Conde de Barajas se estará consumando uno de los mayores despropósitos de su historia pues no hay mayor desatino que no ser fiel a si mismo, y así llenará de tristeza a esas calles que tan bién contribuyeron, para que el sello de nuestra cofradía en la calle, a pesar de tantas cosas, también tuviera ese sabor inconfundible de toda la vida. Era tan sencillo, como haber recuperado la vuelta antigua por las Cortes y ya que se modificaba a la ida, haber incluido estas calles en la vuelta.
Algunos bien podían leer aquel artículo de Juan Delgado Alba en que hablaba de la Alta noche en la Gavidia o de las magníficas crónicas de nuestra vuelta por Cardenal Spínola, lástima que nada de esto podamos vivir este año en que el Martes Santo será una noche triste al pie del zapatón de bronce de Daoiz en la Gavidia en donde este año no chorreará la cera de los nazarenos albos de San Lorenzo.
Estamos seguros que algunos, los de siempre, aquellos que no ven mucho más allá  de la hoja de cálculo y desconocen nuestras señas de identidad, veran en mis palabras un nuevo contrasentido, nada más lejos de la realidad, aquí siempre estamos con la mano tendida dispuestos a echar una mano, pero en estos tiempos- y más los que vive nuestra corporación- hay que pensarse mucho las cosas antes de dar un paso en falso. por un capricho personal. Eso sí, por si alguno tiene alguna duda, que no dude, de que estaremos, si Dios quiere, como siempre sacando nuestro cirio del Señor ante Anás.
Y esto no lo digo por llevar la contraria a nadie, sino porque como dijo el ya nombrado Lucio Anneo Séneca:
Nemo patriam quia magna est amat, sed quia sua. (Ninguno ama a su patria porque es grande, sino porque es suya).

(*) La Hermandad de Jesús ante Anás viene transitando la Gavidia y Cardenal Spínola desde al menos 1954 cuando residia en la Iglesia de San Antonio de Padua. En aquellos años y hasta 1973, ya en San Lorenzo, interrumpidamente lo hizo a la vuelta, cosa que repetiría en 1977. Desde 1975 y hasta nuestros días lo hizo a la ida, con la excepción de 1980 (por obras) y 2003 en que cambió el recorrido el propio Martes Santo por cuestiones de la lluvia.

miércoles, 16 de febrero de 2011

Unas manos unidas por un cordón


Hay nazarenos de Sevilla, que no lo son sólo el día que sale su cofradía, sino que incluso en la forma de ponerse un abrigo o andar por la calle reflejan sus formas, de tal manera que incluso cuando los ves revestidos con el hábito de su cofradía llegas a reconocerlos, pues no pueden negar que en su vida diaria son fiel reflejo de su cofradía en la calle.
Así hay nazarenos de ruán que al verlos pasar desprenden a su paso toda la elegancia mayestática de su cofradía silente y otros, que son capaces con un solo gesto de traerte el recuerdo de la elegancia popular de sus cofradías de capa, esas que engloban a todo un barrio, con la misma desenvoltura con la que lo harían   durante tantas horas bajo el anónimato del antifaz.
De esos nazarenos de cada día, siempre tenemos el recuerdo lejano de aquel profesor que cada mañana de nuestra niñez en aquellos Buenos Días tan propios de los hijos de Don Bosco, paseaba entre las filas de su clase con la elegancia de un nazareno del Lunes Santo, alguien que cada día lucía orgulloso el escudo de su hermandad en lasolapa, en aquellos tiempos en los que hasta en un colegio como el nuestro, los cofrades eran tachados de bichos raros si hablaban de cofradías fuera de la cuaresma.
Fue precisamente él, durante un recreo de esos que tenían el gusto inolvidable de una grande con sobrasada de Juan,  quien un día nos contó entre otras anécdotas del Amanecer de una Cofradía la  hermosa historia de un cordón prestado que ataban las manos de su Cautivo y que curiosamente lo unían para siempre con aquella devoción que eran puntal para tanta gente - ni que decir tiene que más de cuatro-, pues aquel era el cíngulo que un día llegó de San Lorenzo para unir las manos del Cautivo de Santa Genoveva. Aquel mismo cordón que años más tarde volvería a unir esas manos para reafirmar la unión de tantas cosas.
Por aquel entonces no llegabamos a comprender cuanto ese cordón y esas manos iban a unir tantas cosas de nuestra vida, y es que en ese cordón y en esas manos cautivas están unidas mucho más allá que las devociones de un barrio o de una ciudad.
Unidas por esos lazos se fortalecieron amistades, esas que se mantiene contra viento y marea mucho más allá del tiempo y de la distancia, amistades que se fraguaron lejos de aquel hoy ya viejo y casi extinto nuevo arrabal y de aquellas manos a las que los Lunes Santo seguía el barrio entero, pero que a pesar de la distancia estaban tan presente en aquellos recreos de los días de cuaresma en nuestro colegio trianero, con aquellas preguntas tan pueriles, si se quiere, de aquellos concursos de Semana Santa con los que tanto disfrutaba no solo el viejo profesor sino los imberbes alumnos.
Yo se que ahora, esas manos del Tiro de Linea están unidas por el cíngulo hermano del que Todo lo Puede, y así hoy, hay que buscar en ese nudo el consuelo y la misericordia de los duros momentos de la vida para  buscar en la mirada paciente del Cautivo la explicación para tantas cosas que duelen y de que manera, cuando se reabren esas heridas del alma que el tiempo apenas había empezado a cicatrizar.
Ya se sabe que la vida siempre marca sus pautas, como el redoble eterno de la caja en la marcha Amarguras, pero siempre nos queda, verdad Pablo, esa unión de un nudo, que en las manos de nuestro Cautivo estan llenas del Gran Poder de nuestra Esperanza.

viernes, 4 de febrero de 2011

Los cuatro del Gran Poder

 
Confieso que no tengo memoria para recordar la primera vez que entré en su Templo, hoy Basílica, quizás por que la primera vez que entré en su Casa lo hice en los brazos de mis padres cuando apenas contaba algunos días de vida, quizás mis padres fueran dos de esos cuatro a los que el (im)pertinente entrevistado, Pedro G. Romero, se refería en su entrevista del Diario de Sevilla de hace algunas fechas cuando comentaba: Cuando yo llegue a Sevilla, [ ...] Al Gran Poder iban a verlo cuatro.
Quizás este artista, tampoco se refiera a aquellos devotos del Señor a los que conocimos vistiendo su hábito, camisa morada y cordón amarillo al cuello, y que entre los muchos que tratamos por su importancia en nuestra vida -muchos más del número de cuatro-, destacaremos a dos Manolos, a Carmona y a 'El Quemao', con lo que ya entonces tenemos a otros dos, y como la suma no engaña dos y dos son cuatro...
Más de cuatro había, en aquel fogonazo que a manera de recuerdo borroso viene a nuestra memoria de aquel día en que por Condes de Barajas venía su túnica morada confundiéndose con la luz de la tarde en el que quizás es nuestro primer recuerdo especial del Señor en nuestra vida, o aquel otro recuerdo imborrable de cuando apenas un adolescente de la mano de nuestro padre metimos apenas el hombro en su parihuela cuando el Vía Crucis del 86, en el que le puedo asegurar al señor G. Romero no eran precisamente cuatro los que rodeaban su paso.
Como nunca conocimos sólo a cuatro llegando cualquier viernes a San Lorenzo para depositar un beso en su talón y musitar una oración...
Creo que es muy fácil caer en la provocación y hablar de cuatro, cuando se habla del Señor, ese que se sucede en los azulejos de las casas de Nervión, Heliópolis, Ciudad Jardín o del Porvenir, ese que acompaña la cabecera de los enfermos de los hospitales, ya sean los de Fátima o Macarena o las cunitas de los recien nacidos en el Sagrado Corazón o Virgen del Rocío, a ese al que le cantaba aquella saeta de Vallejo en los años republicanos que no recibió el Señor el calor de las oraciones en la Madrugada...es de muchos más, tantos que posiblemente, pasan los años y los siglos y siempre está, multiplicando cuarenta veces por cuatro los que son, igual que ayer y como lo serán mañana, de su Gran Poder, esos que formaran parte de la nómina de cofradía o de la más extensa nómina de sus devotos, esa que no entiende ni de ideologías ni de políticas , y por supuesto, mucho menos de vanguardias.

Puntilla a la Feria Mundial del Toro


En estos tiempos en que la fiesta necesita de revulsivos, se demuestra que una vez más son los propios taurinos, los que realmente viven de ella, los que se encargan de darle la puntilla.
La Feria Mundial del Toro, ha sido todos estos años una cenicienta de FIBES, que ya desde su primera edición, se comprobó que no cumplía las expectativas, pues aquello no tenía el público que arrastraba el SICAB, al que siempre, por mucho que lo nieguen, se pretendió emular y así anualmente los contenidos fueron menguando para un año terminar dándole el cerrojazo con la excusa de una convención de la OTAN y ver que la decadencia aconsejaba convertirla en una feria bianual, que ha sido a la postre su gran perdición.
Pero todo lo anterior son excusas, porque lo que realmente fallaba allí era el apoyo de quienes de verdad son la fiesta, aquellos que lejos de abrir la Feria Mundial del Toro se encerraban en ella para convertirla en su propia feria de las vanidades.
Son ellos, precisamente quienes viven de la fiesta y del toro, quienes no han sabido o a lo peor no han querido rascarse los bolsillos y que aunque ahora se esconden tras el burladero de la falta de apoyo de las instituciones, - dicen que han faltado sólo 300.000 € del millón que costaba el evento – quienes realmente le han dado la puntilla a esta Feria, cuyo fin no era otro que fomentar el mundo del toro.
Es muy triste que en estos tiempos en que hay que dar la cara y sacar pecho por la fiesta sean los propios taurinos quienes le den la puntilla al toro del fomento de la afición, al fin y al cabo,  son esos mismos que cuando llegan las ferias empiezan a darnos la puntilla a los aficionados, cuando nos currán con los precios de los abonos y las entradas que huyen de fomentar la afición y donde se ofrecen unos festejos, en los que cada día se fomenta, eso sí, el dar gato… por toro.

miércoles, 2 de febrero de 2011

Nuestros años irreparables



Las casualidades de la vida, nos han traído de nuevo a la calle Condes de Bustillo, justo a esa misma hora en que la sirena del Patio de Básica -desconozco como lo llamaran ahora, pero para mi generación siempre se llamará así- marcaba la segunda llamada y nos venía a la memoria los recuerdos de aquellas mañanas, frías como las de este invierno, en que formados en el patio recibiamos aquellos Buenos Días cargados de enseñanza que nos preparaban para cada jornada y que siempre culminaban con aquella jaculatoria dedicada a la que siempre fue el Auxilio de nuestras vidas.
Volvían a nuestra memoria tantos recuerdos, tantos compañeros, tantos profesores, que tenían en aquel mismo lugar el eje por el que giraba nuestra existrencia, pues nuestro colegio no era sólo el lugar donde nos formábamos, sino también el lugar donde se fraguaba nuestra vida entre juegos y no sólo de lunes a viernes, pues cada sábado, y casi a la misma hora que entre semana, también nos acercábamos a él para participar de aquel Oratorio Festivo que eran fundamental para nosotros en aquellos años y que hacían buena aquella frase de Manolo 'el Quemao', cuando algunas tardes nos despedía hasta el día siguiente con  un : -Sólo os faltaría traeros la cama...
Todos aquellos recuerdos de nuestros años irreparables nos acompañaban mientras recorríamos la calle Condes de Bustillo camino de San Jacinto, como en aquellos tiempos, dos veces cada día,para acá y dos más para allá, en aquellos por entonces nuestros días triunfales.
La vida pasa, y hoy contemplamos desde la distancia aquellos tiempos, y parece que estamos saboreando la sobrasada de una grande de Juan en aquel ambigú del campo de fútbol, mientras que se acerca el Miércoles de Ceniza y alguien te cuenta que este año saldrá por primera vez en su cofradía, porque que el otro día, en un día de Quinario juró las reglas y tú sabes que este año estrenaras capirote que atrás quedó para siempre la esclavina azul de los navetas, ya pronto nos podrán le ceniza en la iglesia dando el pistoletazo de salida del tiempo que eternamente, igual que hoy, ayer, esperas...
Ya estás a la altura del teatro y echas de menos las bouganvillas, las hiedras y las enredaderas que cubrían la verja del colegio, y ves entreabierta la puerta que da acceso al patio redondo, y a lo lejos ves los azulejos trianeros que visten sus paredes, llenos de citas que más de una vez han sido referente en tu vida. y recuerdas que hace 75 años que se inauguró el colegio, tú que vivistes el cincuentenario de la casa, hace justo venticinco, y entras en la Iglesia y allí te espera Ella, esa que tanto sabe de tus cosas, y que entre tantas devociones va presente en tu cartera, y le das como siempre las gracias por volver a aquel lugar,-Da mihi Animas Caetera Tolle- donde hicieron buena la divisa de los hijos de Don Bosco de formar buenos cristianos y honrados ciudadanos, y que igual que a ti para otros tantos fue mucho más que un colegio, porque aquello realmente era nuestra segunda casa, allí donde se fraguaron, verdad Rafa, nuestros dichosos años irreparables.