domingo, 31 de enero de 2010

Mi Colegio

 

Muchas cosas en nuestras vidas no tendría sentido sin ese lugar donde un día aprendimos mucho más que lo estipulado por una ley orgánica de educación, porque durante buena parte de nuestra existencia este lugar fue mucho más que un colegio, el lugar donde simplemente acudíamos a diario para formarnos, pues aquello era a veces incluso más que nuestra propia casa, y en alguna ocasión escuchamos al pobre del Quemao decirnos, mientras cerraba el colegio un sábado por la tarde, aquello de "sólo os faltará traeros la cama". 
Y es que  allí donde no sólo ibamos a clase de lunes a viernes, sino donde los fines de semana encontrábamos el lugar idóneo para desarrollar otras actividades, tanto culturales como deportivas.
Nuestro Colegio cumplirá 75 años el próximo mes de octubre, y eso no puede caer en saco roto, ya dijimos en este Soberao, que hoy  nuestra vida sería seguramente muy distinta si no hubieramos cruzado, de la mano de nuestros padres aquella casa de Triana donde los hijos de D. Bosco nos enseñaron esa máxima de ser buenos cristianos y honrados ciudadanos.
Del patio de Básica siempre recordaremos el sonido de la sirena y aquellos Buenos Días de D. Ublaldo en  el patio, del de BUP, las sentencias de cerámica trianera que nos acompañan  siempre en el recuerdo de tantas mañanas de nuestra vida, y de aquel Campo de Fútbol el aroma de las tostadas grandes de sobrasada de Juan en los recreos y tantas vueltas a su perímetro con camisetas amarillas... 
Nuestro colegio nos dio la oportunidad de conocer y tener amigos, con los que nos unieron vínculos que aún permanecen y que incluso van más allá de la propia amistad, para convertirse en familia, lo que hace  que su presencia sea fundamental en los momentos importantes de nuestras vidas.
Y como una Casa Salesiana no es nada sin la Madre, porque Ella lo hizo todo, su recuerdo permanece siempre con nosotros, porque bajo la mirada de nuestra "Sentaita" siempre ocurrieron hechos importantes en nuestra existencia, e incluso cuando estábamos lejos de nuestra Triana, alguién nos la recordaba para que Ella siempre estuviera presente.
Por todo ello en un día como el de hoy, sólo podemos acordarnos con cariño de aquel colegio de la calle Conde de Bustillo donde un día nos enseñaron simplemente a ser hombres.

sábado, 30 de enero de 2010

Ni perdono, ni olvido

 

Pasan los años, doce ya Dios mio desde entonces, pero aquella esquina nunca olvida, y parece que aún está caliente la sangre derramada de unos padres, a los que un miserable sesgó la vida por pensar simplemente como pensamos la mayoría.
Pasan los años pero aquella calle, ayer y hoy de Don Remondo en el nomenclator de la ciudad, pero para muchos desde aquel triste día de enero llamada de la Muerte, sigue buscando una respuesta que nos consuelen por tan grandes perdidas, que la Ciudad ni puede olvidar ni perdonar jamás.
Pronto llegaran los días azules que nos harán cruzar esa esquina, en busca de tal o cual Cofradía, y como siempre volveremos a sentir ese escalofrío que a muchos a pesar de los años transcurridos aún le impiden cruzar por esta calle que no será nunca la calle del Olvido.

lunes, 25 de enero de 2010

¡También se muere el mar!




Aunque el párroco de Omnium Santorum le impuso el nombre de José Manuel, jamás nadie llamó a Curro por ese nombre, y de esa forma, acompañado de aquel apellido familiar, empezó a anunciarse en los carteles hasta que un novillo de Aleas le partió la femoral en Barcelona, cuando parecía que iba a empezar a abrirse camino en el duro mundo de la fiesta.
Contaba Curro que la afición se le fue con aquella cornada y que aunque intentó volver al poco tiempo, vestido de verde y oro en la plaza de Zafra, no reencontró el sitio y acabó, como a el le gustaba contar en aquellos monólogos intensos cargados de emoción, peor que Cagancho en Almagro cuando en los dos novillos de Villamarta que le correspondieron en suerte terminaron volviendo al corral y el terminó escondido tras la tronera del burladero llorando por la ilusión truncada.
La vida da muchas vueltas y Curro acabó de barbero, como a él le gustaba decir, nada de peluquero "que eso es de maricas", aunque muchos preferían que su cabeza y su barba pasaran por las manos de su ayudante que no por las manos de Curro, que podía estar con las manos ocupadas con la tijera y el peine y bien podía dibujar al aire de su conversación un cambio de manos o un quiriquiquí, con el riesgo del cliente de terminar con un trasquilón de más.
Era Curro partidario de toreros que muchas veces veíamos a contraestilo, pues a él le gustaban los toreros de arte, de corte sevillano, sentía especial veneración por los Vázquez, pero valoraba como nadie el esfuerzo de esos toreros castellanos, que tanto le cuetan entrar en Sevilla y así en la barbería atesoraba como oro en paño una foto en un tentadero con Julio Robles.
La otra tarde, cuando caían en la ciudad chuzos de punta, nos llegó la noticia de que Curro , nuestro Juncal particular, se había ido de este mundo, y desde entonces no se nos va de la cabeza aquella sentencia que escuchamos de sus labios hablando de toreros del ayer:
-"Niño, todo pasa en esta vida, fijate que también se muere el mar..."

Hoy Curro recordamos aquella frase de Lorca, tan bella como enigmática, sacada del Llanto por Ignacio Sánchez Mejías, y que a manera de recuerdo permanecerá siempre en nosotros, como aquellas lecciones taurinas inolvidables en aquella barbería o aquellas tertulias interminables en que recordabas torear una vaca bajo la luz de la luna.

martes, 5 de enero de 2010

Caramelos de ilusión


Al cielo, sí, al cielo, el primer caramelo, el de la ilusión contenida va al cielo, allí donde se encuentran tantos comos nos precedieron, allí donde estará seguro Jacinto Ilusión, Pepito Caramelo y tantos como trabajaron por esta Cabalgata, allí donde seguro que estarán aquellos que nos enseñaron a esperar la ilusión de esta noche mágica, en la que volvemos a ser como esos niños inocentes que esperan impaciente la llegada de los Reyes y sus cortejos de beduinos.
Cuando lleguen ante nuestros ojos ya habrán tirado el primer caramelo, y seguro que allí lo habrán recibido aquellos que no nacieron porque alguien les impidió hacerlo, allí lo recibirá este año por primera vez Marta, mientras que por la Ciudad de la Gracia recibirán su primera lluvia de caramelos aquellos que recién comienzan a vivir una vida de la que aún no tienen conciencia.
Caramelos al cielo, de una ilusión que siempre vuelve, de una ilusión que siempre espera, de una ilusión que cada cinco de enero nos envuelve trayendo la mejor de nuestras sonrisas, esa que se mantiene pura e inocente en nuestro interior y que sólo sale en este día en que volvemos a ser como niños.

lunes, 4 de enero de 2010

Persia en San Lorenzo


El año nuevo ya es pura realidad en la ciudad y en San Lorenzo, en la casa de su Dios, se alza la magnífica arquitectura efímera de su altar de su Quinario.
Las nubes de incienso sevillanizan los muros inspirados en el romano Panteón, del que vienen a ser el mejor santuario donde reencontrarnos con nuestro Señor.
Hoy igual que ayer, suenan las aclamaciones de la tradición, recuerdo imperecedero de aquellas novenas que no conocimos en la Parroquia, pero que como entonces traen los recuerdos emocionados de quienes nos precedieron en la Devoción al Cisquero, y bien pareciera que al ambón de la Basílica, igual que ayer en los púlpitos de la Parroquia, volvieran a subir los beatos Fray Diego José de Cádiz y el Cardenal Spínola, para predicar la novena y recordarnos las virtudes teologales en cada día de culto.
Igual que entonces en San Lorenzo, suenan hoy en la basílica los sones de la capilla musical repitiendo las viejas estrofas de las coplas de Eslava, que bien pudieramos tener marcadas a fuego en lo más hondo del alma y que en nuestro interior diera un vuelco en estos días al reconocer los sones de El Lazo.
Y así, se nos muestra, Persia en San Lorenzo, aquel Dios honrado y fuerte al que rezaron las generaciones de sevillanos que nos precedieron y los que ya están en esta vida aprendiendo sin saberlo el legado de su Gran Poder, devoción que se hereda de padres a hijos, de un Dios que sale a nuestro encuentro y que en estos días, revestido por la purpura de su túnica de bordados persas, nos recuerdan en su guardilla, las coronas del Principe de su Imperio, el de nuestras vidas, allí donde es el Alfa y Omega de nuestra existencia.