La mañana del Domingo de Ramos, es fiel al rito de muchos sevillanos, esa que está tan bien definida por Alberto Fernández Bañuls, en ese artículo que a manera de prólogo aparece en ese compendio póstumo de sus artículos en Diario de Sevilla.
"Levantarse temprano, comprobar la tersura del cielo, acudir a la cita anual con ese hombre enigmático y sufriente de la plaza de San Lorenzo y perdernos luego por el laberinto de la memoria y de la mejor ciudad…"
Así se inicia la Semana Santa de tantos, depositando un beso en las manos del Gran Poder y seguidamente visitando los templos de las cofradías que saldrán a la tarde, contemplar los pasos y los altares de insignias y ver como la vida se renueva en esos niños que corren por la rampla del Salvador, volviendo a colocar la palma en el balcón y renovando un año más ese tiempo de la infancia, a la que siempre volvemos el Domingo de Ramos.
"Levantarse temprano, comprobar la tersura del cielo, acudir a la cita anual con ese hombre enigmático y sufriente de la plaza de San Lorenzo y perdernos luego por el laberinto de la memoria y de la mejor ciudad…"
Así se inicia la Semana Santa de tantos, depositando un beso en las manos del Gran Poder y seguidamente visitando los templos de las cofradías que saldrán a la tarde, contemplar los pasos y los altares de insignias y ver como la vida se renueva en esos niños que corren por la rampla del Salvador, volviendo a colocar la palma en el balcón y renovando un año más ese tiempo de la infancia, a la que siempre volvemos el Domingo de Ramos.
Una cintita en la solapa, la cola en la Plaza y el sueño de volver a vivir, lo que todo el año es soñado, todo eso y mucho más es lo que habremos de vivir a partir de ahora, llegado es el tiempo de ser y de sentir en sevillano.
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