viernes, 29 de abril de 2011

¿Dónde quedó la sensibilidad de esta plaza?


La corrida de Victorino estaba siendo un petardo en toda regla, cuando Salvador Cortés se dispuso a brindar el sexto a su hermano Luis Mariscal, quien en la víspera de la Virgen de los Reyes sufrió una de las cornadas más espantosas que recordamos y su sangre, verdad y grandeza de la fiesta, fue un reguero que quedó tiñendo el dorado albero de aquella noche de miedos y quirófanos, en esa otra corrida que fue para el magnífico equipo de la Maestranza las cinco trayectorias que dejó el pitón de aquel Peñajara.
Cuando muchos esperábamos una ovación de esas que marcan épocas en la Maestranza, nos encontramos con la realidad de la falta de sensibilidad de esta plaza, esa que se desvive con ciertos toreros de papel couché que aún no han demostrado el porque de su colocación en el abono, y olvida a toreros como este subalterno de oro que es Luis Mariscal. En fin, un suma y sigue de esta plaza, que no es la primera vez que olvida que por algo era distinta, algo que no nos extraña, porqué cuantos años lleva ya olvidando a quienes derramaron su vida sobre su albero por estas fechas.
Hasta ese momento nadie daba un duro por aquel sexto toro de la infumable corrida de Victorino Martín y es que esta vez los toros no estaban siendo aquello que esperábamos, ni tan siquiera las alimañas que impiden la lidia; Salvador Cortés vió la bondad del toro por el pitón izquierdo y sobre él creó una faena de naturales de bellísima factura. Tras un pinchazo mató de una estocada que hizo que el público se enfriara y todo quedara en, la cada vez más eludida -por esta vez no- vuelta al ruedo, las cosas de esta plaza que seguro que a otros les permitirá pinchar y aún así les dará trofeos...
Quien sí recetó estocadas fue Padilla a sus oponentes, el de Jerez hizo un toreo de capote exquisito al cuarto, que seguro firmaría más de un torero catalogado de artista, de igual manera El Cid recetó sendas estocadas, lástima que a ambos todo lo que hicieron ante sus oponentes no sirviera para nada.

Fotografía: Álvaro Pastor Torres.

jueves, 28 de abril de 2011

¿Dónde estará aquel misterio de Rafael?

 
No se que nos aburrió más, si lo que mandaron los Lozano al Arenal o lo que intentaron los matadores en el Baratillo, la vida te da sorpresas pero hay días que ni siquiera la frescura de Oliva Soto parece tenerlas guardadas en el bolsillo del precioso terno sangre de toro y oro de estreno para llenarnos de un espejismo de torería.
En fin, corrida calcada de las anteriores, pareciera que hay Alcurrucenes de primera para las figuras y de segunda para los demás y aquí nos han traido el saldo de otros tiempos. 
De los toreros poco, muy poco que contar, a Oliva Soto se le ha ido una nueva oportunidad, quizás ante el mejor toro del encierro, al que le dio algunos retazos de su mejor toreo, pero que cuando le cogió de verdad el son, al de Alcurrucen bien pareciera que ya se había aburrido de mostrarle sus cualidades. A pesar de matar a la segunda recibió una ovación, lo que sumado a  la comparecencia anterior hacen un saldo muy pobre para quien sabe torear como sólo él sabe hacerlo. 
En sus manos está hacer buena aquella cita de Rafael el Gallo de que torear es tener un misterio que decir y decirlo, pero a pesar de su juventud la vida pasa y todo puede quedar en el recuerdo de aquello que fue flor de un día.
De los dos de Albacete, Tendero y Pinar, tras jartarse de pegar mantazos, nos demostraron que si tienen algún misterio que decir todavía no han aprendido como decirlo. En fin, no creo que nadie esperara mucho más de ambos ni tampoco, nobleza obliga, de los toros de los Lozano.
Eso sí, la corrida dio, verdad mi Teniente, para jartarse de comer todo tipo de "piensos" varios...

Fotografía: Paco Díaz / http://www.toroimagen.com/

Siete Dolores (Aguirre) sin compasión

Cuando en el ya lejanos mes de octubre la empresa Pagés anunció que como novedad ganadera vendría a Sevilla la ganadería de Dolores Aguirre muchos echamos las campanas al vuelo porque vendrían a lidiarse al Arenal unos toros que siempre nos han gustado, y porque casi nunca nos han dejado indiferentes cuando salieron de chiqueros.
Pero nada de esto nos encontramos en el que quizás sea desgraciadamente la presentación y despedida de los toros constantineros, siete toros, siete, los titulares y un sobrero, que no estuvieron a la altura esperada y que no fueron precisamente el dechado de bravura y de toros encastados que esperábamos. Toros mansos que desarrollaron peligro -sin necesidad de sonotone-, que buscaban al torero sin atender a los engaños.Y ante este panorama, sólo podemos destacar a Antonio Barrera, en su única comparecencia en el abono y que dio la cara ante el lote más complicado, mostrando una vez más su vergüenza torera, que fue premiada con la ovación más fuerte de toda la tarde. Salvador Cortés pasó inedito, pues ante un lote imposible ni siquiera pudo matar al quinto que se echó durante la faena de muleta y Sergio Aguilar se quedó completamente inédito.

miércoles, 27 de abril de 2011

La cruz de Oliva Soto

La historia del toreo está llena de coletudos que toreaban como los mismos ángeles, pero que cuando llegaba la hora de la verdad y rubricar con la espada el triunfo de cante grande que se tocaba con la yema de los dedos, se encontraban con la cruz del pinchazo y todo aquello terminaba muy por debajo de lo que se presuponía y la desilusión no sólo se quedaba entre barreras sino que traspasaba a los tendidos.
Así nos hemos sentido una vez más con Alfonso Oliva Soto, torerito de Camas, que atesora en sus muñecas todo la gracia pero que cuando llega la hora de rematar una faena de triunfo grande, pierde los trofeos con la espada, y no es la primera vez, pues el año pasado perdió por culpa de los aceros una Puerta del Principe y en la segunda del abono ha perdido al menos la posibilidad de tocar pelo, tras volver a la plaza medio loca con ese toreo que él sólo atesora y que nos puede hacer intentar dibujar un cambio de manos al aire mientras tomamos una cerveza en Ventura.
Claro que si el año pasado el de Camas perdió la gloria de salir a hombros por el Paseo Colón, era porque tenía enfrente a un toro del Conde de la Maza que poco o nada se parece al mazazo descastado que saltó al sagrado albero del Arenal, aunque quizás, el gitanito tuvo la suerte de que le tocara lo menos malo de lo que vino de Arenales.

Fotografía: Paco Díaz / http://www.toroimagen.com/

martes, 26 de abril de 2011

Dos verónicas bajo el diluvio

Si el cielo de Sevilla no había llorado bastante en los días grandes de la Semana Mayor , aún nos tenía guardado un regalito para el Domingo de Resurrección, igual que el de esos mansos encastados que cuando más confiado tienen al torero que conoce de su peligro, van y zas derrote certero, que si lo cogen por delante se lo llevan camino de la enfermeria, así el cielo que nos tenía confiados, nos pegó ese derrote certero y pilló a media plaza, sin paraguas, sin chubasqueros y sin posibilidad de salir corriendo, por lo que algún que otro terno, y no precisamente de torero, terminó el lunes camino de la tintorería, si no camino de otro sitio. Así acabó aquella muchacha tan entallada que se sentaba delante nuestra y que no sabemos si llegó a calar el agua del diluvio más allá de las prendas que tenía empapadas a primera vista.
Y así en medio de una tregua de aquel diluvio, emergió la verónica, distinta, bellísima, mecidas con desmayo en el trazo que supusieron un estruendo, como un rayo que no cesaba, frente al rugido del cielo en la tarde tormentosa, porque Morante con sólo dos verónicas y una media hizo que nos olvidaramos de los trajes empapados, sacando el sol de su capote para llenarnos de todo un compendio de tauromaqia, para dejar la firma sobre el albero de así se torea a la verónica.
Después El Juli en una faena inteligente terminó cortando dos orejas de las que posiblemente ya no se acuerda nadie, y que en otros tiempos no hubieran pasado de una vuelta al ruedo, pero claro eso no lo contaran los revisteros, que tienen que vender portadas en las revistas que leemos sólo cuatro gatos.

Fotografía: Paco Díaz / http://www.toroimagen.com/

lunes, 25 de abril de 2011

El estilo Bofetá


Para hablar del estilo Bofetá, está muy claro que no se puede hablar por oidas, ni tan siquiera por lo que ocurre durante una salida en la que sí, posiblemente nos equivocamos, pero de la que tengo muy claro, que otros en la misma situación hubieran hecho tres cuartos de lo mismo.
Para hablar del estilo Bofetá, hay que saber emocionarse cuando se mira a los ojos de la Morena de San Lorenzo y no quedarse de piedra, porque se mira con otros ojos que no son los de la cara. Para hablar del estilo Bofetá hay que saber mirar por los barrotes de la capilla de la familia Perogullano, y no quedarse en lo que se atisba y no se ve.
Quizás porque no son buenos momentos para la hermandad es fácil como dice el refrán buscarle pulgas al perro viejo y buscar el muñeco para darle fuerte porque se creen muchos que ni sentimos ni padecemos. Pero quien escribe despectivamente del estilo Bofetá se equivoca, y lo hace porque no nos conoce. Y es que el estilo Bofetá es otra cosa que va mucho más allá de aquellas salidas triunfales de 2003 y 1974, esta última la que me contaba mi tio tantas veces en forma de cuento bofetero que se hace realidad.
El estilo Bofetá va mucho más allá de San Lorenzo y está en lugares insospechados adonde ha llegado la bendita mirada de la Virgen del Dulce Nombre  y ante la que se reunen a rezar cada mañana los médicos de un Hospital de Malawi.
El estilo Bofetá va mucho más allá, cuando niños de lugares lejanos pueden tener bolígrafos y lápices en una escuela a la que llegan andando tras horas de caminata, ese es el estilo Bofetá, ese que a lo mejor se hace sin que ni siquiera el grueso de la hermandad lo sepa, porque el ser de la Bofetá está mucho más allá de quien ostenta una vara dorada o de quien ha designado Palacio para regir los destinos de la corporación.
El estilo de la Bofetá, está en esos niños que se duermen tantas noches del año cuando sus padres le cuentan un cuento de su cofradía, en la sonrisa de esos adultos cuando recuerdan aquella niñez de colegios y aquellos nazarenos de papel charol, sin capa y una cruz trinitaria que incluso podría estar invertida y en la memoria de nuestros mayores de quienes aprendimos a ser y sentirnos de nuestra Hermandad, que cofradía es sólo un día y Hermandad todo el año.
El estilo Bofetero está perenne en el recuerdo de aquellos que un día nos precedieron, y que no dudaron en hipotecar sus vidas para que su hermandad fuera un referente de muchas cosas, ya fuera reunidos en la Orden Tercera de San Antonio al calor de una mesa y una bombilla cono nos han contado siempre, en el Casinillo de la Capilla de San Lorenzo o sentados en los bancos azules de la calle Alcoy y que nos enseñaron esa divisa que es referente de tantas cosas: Ante todo la Hermandad.
El estilo Bofetero es mucho más que un paso que sale y se vuelve porque llueve, algo que han hecho todas las cofradías en su historia, y el que esté libre de pecado que tire su primera piedra o que cierre los ojos para no ver y recordar a sus cofradías intocables por la calle Sierpes bajo una manta de agua y encima se ponían la medalla de valientes, el estilo bofetero estaba en esos niños que volvían a la Parroquia empapadas sus blancas túnicas, sin descomponer la cofradía, pero con la ilusión intacta aunque rodaran por sus ojos lágrimas de desconsuelo.
El estilo bofetero, ese del que algunos hablan desde el desconocimiento, estaba en intentar consolar ese desconsuelo, del que no hablan los periódicos, ni falta que nos hace, porque el estilo Bofetá es otra cosa y no pueden saberlo quienes sólo buscan pinchar y pinchar para destrozar ilusiones.
El estilo Bofetá es otra cosa y no permito que lo tomen a guasa, gente que presume de cofrades y que cada día dejan más claro con sus hechos que desconocen el sentido real de esta palabra.

lunes, 11 de abril de 2011

Inocencia



Que ya has llegado, no me lo han dicho ni los machos de cartón en la calle herbolarios, ni el aroma del incienso en las esquinas, ni tan siquiera el azahar que cuaja los naranjos , ni el dulce trino de los vencejos cada atardecer en los árboles grandes de la plaza más bonita del universo. 
Que ya estás aquí, no lo dicen ni los balcones desnudos que esperan vestirse de palmas de hosannas ni los pasos que ya esperan en las iglesias, ni el aroma de los espartos que ya perfuma esa habitación que ya aguarda las túnicas colgadas... 
Nada de eso, que ya has llegado me lo ha dicho la inocencia de los niños que hoy ya corren por la rampla, igual que tú ayer, igual que será mañana, caras de ilusión que se refleja en el cristal del escaparate de La Campana con nazarenos bomboneras a los que cada años hay que sacarle el dobladillo de la memoria que te trae de nuevo a la infancia, patrimonio que estos días  vuelve a renacer en ti y que no entiende de polémicas a pocos días de la jornada más esperada.
Que ya has llegado me lo ha dicho María, cuando con su sonrisa inocente correteaba sobre las maderas del Salvador, estrenando sin saberlo el patrimonio cándido de la vida que estos días nos aguarda, esa que vuelve a salir del viejo arca de la memoria y que te trae de nuevo a ese niño que correteaba sobre la rampla.

viernes, 1 de abril de 2011

La fidelidad no entiende de medallas


Desde hace algunos años las hermandades han tomado la costumbre de premiar la fidelidad de aquellos que celebran cifras redondas de pertenencia a una nómina de hermanos por medio de presentes, ya sean por medio de cuadros, medallas o pergaminos que vienen a reconocer la vinculación de sus hermanos con su cofradía.
Hay veces que estas medallas las reciben hermanos que han pisado poco, muy poco la hermandad, y casos donde este reconocimiento se queda corto, porque estuvieron siempre, sin importarle quienes estuvieran rigiendo los destinos de la misma, porque siempre acudieron a ella sin importarles más allá que sus propias devociones y haciendo bueno esa divisa de Ante todo la Hermandad.
Cincuenta años, pueden ser muchos en una vida o pocos, muy pocos, en corporaciones que arrastran siglos a sus espaldas, pero la lealtad a unas formas, a un saber estar y a una devoción está muy por encima de tantas políticas vitales que nos llevan incluso, consciente o inconscientemente, a poder dinamitar lo que más queremos.
Por, todo ello, porque la fidelidad no entiende de medallas, felicitamos desde aquí a Rafael, y a Manolo por esos cincuenta años, que para nosotros son toda una vida, porque nuestra hermandad, al menos para mi, no tendría sentido si ellos, como otros muchos, no estuvieran para enseñarnos esas formas y ese saber estar que ellos aprendieron de aquellos cofrades de antaño a los que nunca les dieron un premio a la fidelidad, porque no hay mayor agasajo que la de ser y sentirse querido en su propia casa.
(Fotografía: José Ramón Ríos - El Niño Frito)