lunes, 27 de mayo de 2013

Pepe Luis



Nunca lo vi torear, más que por las viejas fotos de Arjona o los videos de Achúcarro, pero de tanto escuchar sus tardes de gloria en boca de mi abuelo, casi podría soñar como aquel torerillo rubio cruzaba a hombros por las callejas de Santa Cruz camino del barrio de San Bernardo. 
Como olvidar el recuerdo de aquel día de la Virgen de los Reyes - habrá una fecha más sevillana- en que aquel anciano nos contaba la alternativa del torero por excelencia de Sevilla, purísima y oro el vestido, como un seise y el poema eterno de Duyos: La verónica de olor, el molinete de fuego, la chicuelina de nardo,  la gaonera de incienso... Y el niño-que era yo- lo soñaba, muy serio, meciendo los brazos a pies juntos con aquel capotillo encarnado de nuestra infancia, en aquel corredor donde pasaban las horas jugando a emular al torero de nuestros sueños. Torear todo el calor de la tarde, se deshace en blando céfiro,Torear así, parece muy facil. Es como un juego...
Y así tantas tardes cargadas de la gloria efimera del juego, -Niño que tú te llamas así, Pepe Luis por mi torero..., recuerdos, de escuchar nombrar a Pepe Luis casi como alguien más de la casa cuya afición se iba metiendo en nuestros adentros... casi a la par que resuena Duyos: Pepe Luis, Pepe Luis Vazquez, anda dime tu secreto... Si he 'nasio' en San Bernardo, ¿es que no basta con eso?
Y aún recuerdo aquella tarde de Miércoles Santo, en que le di la mano al Maestro, con la timidez de un chiquillo que se encuentra con el héroe inalcanzable y que te responde con tanta sencillez en el gesto...
Pasó el tiempo, y aquel que me puso el nombre de su torero se marchó con su Gran Poder, y las casualidades de la vida nos llevaron a trabajar junto a la Gran Plaza, en Beatriz de Suabia, y a cruzarme tantas mañanas con el Sócrates que ya por entonces era Homero, lejanos los días de gloria del colegial tímido de resplandor trigueño, pero que aún al menos para mi, mantenía las formas de sus andares del arrabal torero... Y aún se me quedó grabada aquella frase suya del día de la inauguración del monumento, cuando dijo aquello de que ya para siempre miraría con los ojos del alma a su plaza... No cabe más sencillez ni toreria de quien fue el torero de tantas generaciones.
Cuando me cuentan que se ha ido, siento que con él se va para siempre la Sevilla de mis abuelos, la de mi niñez de juegos de toros y la de ese cuento pueril que termina contando como va un torerillo a hombros camino de San Bernardo, la que te enseñó a contemplar los golpes en el palio de la Virgen del Refugio y los bordados toreros de su saya, de quien sin saberlo aprendimos a mecer un capotillo encarnado a pies juntos o a coger una toalla con una percha con forma de cartuchito... Con Pepe Luis se va la Sevilla que un día nos legaron aquellos que nos contaron el cielo de Sevilla surcado por el Zeppelin, y a reconocer las espadañas y las torres desde las azoteas... Se va la Sevilla que nos legaron y empezamos a perder esa Sevilla que nos gustaría que no se perdiera para legarsela a quienes ya vienen soñando lances a pies juntos y cartuchitos de pescao en un corredor...
Tantos sueños compartidos y tanta Sevilla por descubrir, verdad Pepe Luis, esperanza floreciente, sangre de herencia a la que esperamos ver pronto sobre el dorado albero para volver a soñar despierto la verdad de  aquellos versos de Duclós: Él entorna así los ojos y está un segundo muy quieto, en una mano el capote, la otra en el burladero, y la vista en los toriles donde asoma el toro negro...