La voz del sochantre; Miserere mei, Deus secumdum magnam…; en una iglesia de la Magdalena casi en penumbras, apenas iluminada más que por los cirios azules de los hermanos de la Quinta Angustia es el pórtico que cada Viernes de Dolores inicia el tiempo esperado, casi a la misma hora, en el exconvento de la Paz, los hermanos de la Sagrada Mortaja harán el cometido de llevar al Señor Descendido de la Cruz al regazo de la Piedad que espera en su paso.
Pero el centenario acto de la Magdalena tiene un sabor especial, sabor distinto, de una Sevilla distinta, que parece anclada en el pasado, ya que apenas hay variación en este solemne acto desde la primera vez que se iniciara en los albores del siglo XX, la cruz de guía aparece sin el paño que la cubrirá el Jueves Santo según la costumbre de los días sacros y a continuación los hermanos con cirios preceden al Cristo que viene a hombros para alzarlo a la cruz donde ya lo esperan los varones.
Pero el centenario acto de la Magdalena tiene un sabor especial, sabor distinto, de una Sevilla distinta, que parece anclada en el pasado, ya que apenas hay variación en este solemne acto desde la primera vez que se iniciara en los albores del siglo XX, la cruz de guía aparece sin el paño que la cubrirá el Jueves Santo según la costumbre de los días sacros y a continuación los hermanos con cirios preceden al Cristo que viene a hombros para alzarlo a la cruz donde ya lo esperan los varones.
Pero sin duda el momento de más recogimiento y respeto es cuando la imagen ya ha sido cedida a los varones en la cruz , el sacerdote inicia la oración de los fieles y quienes han ayudado a subir la imagen se arrodillan sobre el paso del canasto de bronce y abebay con el que concluye el acto, en ese momento pasan por nuestra cabeza el recuerdo de esos cofrades de Sevilla, Quijotes a lo divino, de quienes tanto aprendimos, esos que hoy ya no están pero que siempre permanecen vivos en la memoria de quienes continuan su legado y de esos otros que aún permanecen, y Dios lo quiera así muchos años, con nosotros, con el abrazo sincero, el comentario a tiempo y la enseñanza del día a día...
Ya están aquí los días esperados, esos que iniciaremos esta noche cuando entremos en la Basílica y depositemos en la mano del Señor el beso sincero que heredamos de nuestros mayores y que culminaran casi a la misma hora, al filo de la medianoche de una semana más tarde, cuando la Soledad haya entrado y toquemos con nostalgia de lo vivido la puerta de San Lorenzo...
Nuestra vida, siempre ligada a la Plaza.
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