viernes, 24 de abril de 2009

Cuadrillas de oro


Hay tardes tediosas, en que lo mejor de la corrida, son esos regalos en manera de viandas que te ofrecen en la grada o el escuchar los comentarios sobre tal o cual novillero, que tras pasar sin pena ni gloria, terminó de banderillero por libre acompañando a todo aquel que lo llamara, lo mismo para una plaza de primera que para una portátil, lo mismo con un novillero recién debutado con los del castoreño, que con una figura del toreo en ciernes, de las que no participa del grupo especial de matadores.
Así, mis compañeros de grada, hablaban hoy de Raúl Caricol, aquel novillero de Constantina, que en un arrebato de cordura se arrancó el añadido una tarde de septiembre, en esas novilladas que hay más turistas que sevillanos en los tendidos, tras no estar a la altura del novillo que le cupo en suerte. Y hoy, pasados los años, venía anunciándose con Daniel Luque. O aquel, Curro javier, que en las nocturnas de promoción del mes de julio, ganó aquel trofeo de la Tertulia Taurina Universitaria, y hoy, pasados los años, venía a las ordenes de Manzanares.
Así estábamos en nestra grada 4, bostezando unos y dormitando otros, cuando nosotros estábamos pendientes de las diferentes lídias y así descubrimos a Chocolate, de Sanlúcar la Mayor, buen piquero y mejor caballista, que demostró como los del castoreño, oro en las chaquetillas, con una rienda en las manos y tirando el palo, son auténticos toreros a caballo.
Y así llegamos al momento supremo de la corrida, con Curro Robles, en que con raza y pundonor, puso dos pares que hicieron brotar la ovación de la plaza entera, puesta en pié; de quienes tuvimos la suerte de vivir aquel momento, adornado con el sonido único de un pasodoble de la banda de Tejera, lleno de sensibilidad, sabedor de lo que eso significa para el peón y para la plaza.
Y es que a veces, por momentos como este, en tardes tediosas, merece la pena lo vivido, sólo por sentir la sensibilidad de la Maestranza, que cuando quiere, puede y sabe estar a la altura que se merece, sabiendo valorar a esas cuadrillas, que vestidas de plata y azabache, son puro oro molido a las ordenes de matadores de relumbrón.

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