martes, 28 de octubre de 2008

La última estación de penitencia.


(A Antoñito Procesiones)

Como cada año, tras la estación de penitencia del Martes Santo, la vieja túnica de hilo gallego salpicada aún de gotas de cera tiniebla, fue guardada en su talega, aquella que tiene todavía impregnados los aromas de la Orden Tercera y de las noches de reparto en la calle Alcoy, con el viejo número de tampón que asignaba la túnica a tal o cual hermano, y que hoy olvidada ya aquella práctica de que la Hermandad prestara las túnicas, algunos hermanos siguen guardándolas en sus casas en aquellas viejas talegas grises con el número de tampón correspondiente.

Y así, pasados los días sacros se volvió a cumplir con el rito no escrito de guardar la vieja talega, que contenía aquella túnica, en aquel viejo arca, que como el de la nueva alianza, contenía aquellos objetos que pueden ser sagrados para tantos sevillanos.Como cada año, al cerrar el arca, se volvió a la coletilla que mentalmente se piensa, de no volver a sacar la túnica hasta la cuaresma que viene si es que Dios no la demanda antes.

En el día de ayer, antes de que la Cuaresma hubiera llegado al calendario, hubo que sacar la túnica del viejo arca para que su dueño, ese anciano nazareno que que ya no la vestía en Semana Santa, porque los males de la vida le impedían apenas ver con sus ojos, lo que veía plenamente con los ojos del alma, vistiera por última vez el hábito nazareno.

Este año las falta de escrúpulos de algunos, que con la norma pretenden hacer en una corporación aquello que son incapaces de hacer en su propia casa, impidieron a este anciano nazareno el poder haber disfrutado, las cosas pueden disfrutarse mucho más con los ojos del alma que con los propios ojos, de la salida de su Cofradía.

Ayer, ligero de equipaje, con su papeleta de sitio en la mano, con la vieja túnica de hilo gallego, salpicada aún de cera como mortaja, su medalla de plata y la cruz trinitaria sobre el pecho, se incorporó nuestro anciano nazareno a la nómina de la Cofradía eterna, esa en la que se reencontró con tantos compañeros y hermanos, donde la fusión Hermandad y Banco eran todo uno, desde donde sabemos que nos aguarda y desde donde nos ve, y no sólo con los ojos del alma.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Un abrazo de un joven nazareno a ese anciano nazareno, tal como se lo daría un sobrino a su más querido tío.
JMV