Sí, ahí, donde habita el olvido, en Santa Catalina, cada día más memoria de piedra sepultada entre ortigas, Santa Catalina, donde el viento escapa sus insomnios jugando con la veleta inexistente de su torre y con la Santa de la cúpula, Santa Catalina, donde el deseo de volver a ver salir una Cofradía sólo existe en quienes de verdad aman esta ciudad, Santa Catalina, donde crece el tormento de ver su techumbre desmontada y el ángel terrible de la ruina pasa desapercibido entre sillares mudéjares al paso de los hombres, Santa Catalina, donde parece haber terminado el afán de la ciudad y se esconden las voces que se alzarón, Santa Catalina, donde lastima la ausencia en un sagrario vacío, Santa Catalina, tan cerca y tan lejos, donde habita el olvido.
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