Me cuentan que se ha suspendido el Camino de la Juventud de Triana, que se iba a realizar en estos días por falta de personas interesadas.
Cuanto ha cambiado aquel Camino de la Juventud que yo conocí, con salida desde San Jacinto en autobús y parada en la extinta venta de Castilleja para desayunar previamente a nuestra llegada a Villamanrique para tomar la Raya, pernoctar en Palacio y volver después de comer para Sevilla, tras la misa en la ermita ante la Virgen.
Es cierto que aquel camino se realizaba en el primer fin de semana de agosto y que aunque era de la Juventud, allí te encontrabas a familias enteras, que iban con niños pequeñitos y hasta con los abuelos, aunque lo que de verdad primaban eran los jovenes.Cuanta agua tiraba el coche de bomberos para refrescarnos y como nos divertíamos en el momento de los bautizo en la Raya para los nuevos y los diplomas que te daban el segundo año, con tu nombre verdadero y tu nombre de camino, por este Soberao andará en alguna caja, el nuestro de aquellos años junto con el sombrero de paja, la mochila y la vara...
Aquel camino surgió a imitación del que los hombres de Gines efectuan en Julio, en donde pudimos disfrutar de uno de las meditaciones rocieras más bonitas que hemos conocido durante el rosario.
Aquel camino de Triana se desvirtuó, por muchos excesos y por el peligro que suponía dormir al raso en Palacio, algún año con ventolera incluida, y sobre todo por la moda de los 4x4 que pasaban rozando nuestras cabezas, mientras sormiamos en los sacos, se pasó creo que acertadamente de ser de dos días a sólo uno, para posteriormente limitar la edad hasta sólo los 14 años como ahora.
Quizás para muchos, el camino de verano, con nuestras mochilas a la espalda y nuestro sombreros, fueron de los primeros momentos que vivimos que se asemejaran a la romería y es que no siempre podíamos ir al Rocío en aquellos años de colegio, en que siempre nos ponían los examenes más imortantes coincidiendo con aquellos días.
De uno de aquellos caminos, es la foto que hoy ilumina este Soberao, nunca podré olvidar aquel amanecer en el Cerro del Trigo, aquella mañana agosteña que los jovenes trianeros amanecimos en Palacio, y sobre todo aquella misa en Pozo Maquinas, sin alambradas en que escuché por primera vez aquella sevillana de:
"Ponle flores,
ponle flores,
ponle flores..."
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