lunes, 8 de septiembre de 2008

La Virgen de Septiembre


El ocho de Septiembre, festividad de la Natividad de Nuestra Señora, es raro el lugar donde no se celebra la fiesta de la Patrona, día de pueblos vestidos de gala y balcones engalanados, día de gente arreglada y procesiones de patronas bendiciendo a sus gentes, días de calles alfombradas y de aromas de nardos entre nubes de incienso.
Así hoy encontramos devociones tan ancladas en sus gentes como Setefilla en Lora, Gracia en Carmona, Consolación en Utrera, Estrella en Coria, Loreto en Espartinas, Granada en la Puebla, Guaditoca en Guadalcanal, Aguas Santas en Villaverde… Y no podemos olvidar de la Cinta en Huelva o de Regla en Chipiona…
Devociones antiguas, de azulejo en las casas, de la foto en las cabeceras de los enfermos, de medallitas al cuello de los niños, ante quien un día se cristianaron, ante la que un día se dijeron un -Sí, quiero..., devociones que lo acompañaron hasta cuando los despidieron y la pusieron de cabecera en la fría lápida de aquel camposanto rodeado de olivares y cipreses que cortaban el viento.
El ocho de Septiembre, vas y contemplas las devociones de tantos pueblos, vuelven con ramos de flores para la Virgen, vuelven porque quieren volver a revivir aquello que un día, desde no saben cuando, por primera vez vivieron, de trajecitos nuevos y primeras pinturillas, como si de un domingo de ramos, como si de un día del Corpus, día grande para tanta gente que vuelven a donde un día salieron, en aquella esquina, junto a aquella casa, donde un día por primera vez la luz vieron, gentes vestidas de azul, madres que se llaman como sus nietas, abuelas que se llaman como sus hijas, nombre que dicen de donde eres y de donde provienes, aromas y sabor de pueblo viejo que reverdece cada ocho de septiembre al paso de una devoción que no cambia por mucho que cambien los tiempos.

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