Estoy completamente seguro que ninguno de los dos intuíamos siquiera lo que aquella noche guardaba para nuestras vidas, aquella noche, aún no era ni tan siquiera madrugada, tú con ese bronceado recién traido de Sanlúcar y yo, con el recuerdo imborrable de los últimos días de playa en El Portil, curioso verdad, a la bajada de aquel puente, camino de la celebración del santo de mi hermana...
Cuantas veces hemos cruzado ese mismo puente en estos años, ese que tantas veces se convirtió en nuestro puente, como aquella esquina de Alfonso XII se convirtió en nuestra esquina, y aquellas canciones tuyas y mías se convirtieron en las nuestras.
Aquella madrugada fue hermosa, paseamos por Sevilla incansablemente hasta que las primeras luces del día nos descubrieron besándonos en un banco de la plaza del Museo.
A la tarde fuimos a la Maestranza, en aquella tarde en que un novillero, Raúl Caricol, llorando de impotencia se cortó la coleta, mientras desde cierta grada nos vigilaban con unos prismáticos, que cosas tiene la vida.
Han pasado once años desde entonces, pero superando ausencias y desalientos, aquí estamos esperando que llegue el día en que venga quien dará desde ahora nuevos sentidos a nuestra vida, once años desde aquel primer día en que paseamos como novios por la ciudad domida, diez desde aquel nuestro mágico atardecer de Sanlúcar que prometimos seguir contemplando en estos días...
Por eso, por que me gusta cumplir lo que prometimos, te traigo hoy este atardecer sanluqueño para que no te falte este aniversario, sabiendo que la próxima vez que lo contemplemos, se lo enseñaremos por primera vez a la pequeña María.
Cuantas veces hemos cruzado ese mismo puente en estos años, ese que tantas veces se convirtió en nuestro puente, como aquella esquina de Alfonso XII se convirtió en nuestra esquina, y aquellas canciones tuyas y mías se convirtieron en las nuestras.
Aquella madrugada fue hermosa, paseamos por Sevilla incansablemente hasta que las primeras luces del día nos descubrieron besándonos en un banco de la plaza del Museo.
A la tarde fuimos a la Maestranza, en aquella tarde en que un novillero, Raúl Caricol, llorando de impotencia se cortó la coleta, mientras desde cierta grada nos vigilaban con unos prismáticos, que cosas tiene la vida.
Han pasado once años desde entonces, pero superando ausencias y desalientos, aquí estamos esperando que llegue el día en que venga quien dará desde ahora nuevos sentidos a nuestra vida, once años desde aquel primer día en que paseamos como novios por la ciudad domida, diez desde aquel nuestro mágico atardecer de Sanlúcar que prometimos seguir contemplando en estos días...
Por eso, por que me gusta cumplir lo que prometimos, te traigo hoy este atardecer sanluqueño para que no te falte este aniversario, sabiendo que la próxima vez que lo contemplemos, se lo enseñaremos por primera vez a la pequeña María.
2 comentarios:
Enhorabuena.
Maravilloso. Sanlúcar protagoniza los grandes momentos de la vida de mucha gente.
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