Agosto siempre se despide sangriento, sangre de otros tiempos no tan lejanos, que ahí está la sangre del principe Yiyo en la plaza de Colmenar Viejo, aquel penúltimo día de septiembre.
Sangre torera que inunda los cosos, en las calurosas tardes de agosto, sangre que cambió el rumbo de la historia consiguiendo la inmortalidad como la de Manuel Rodríguez, Manolete en los carteles, y la cita anual en Linares por la festividad de San Agustín.
Agosto siempre viene con sangre caliente de los novilleros que en estos días tuvieron su bautizo de sangre, tardes que rozaron la tragedia, con femorales partidas y traqueas sesgadas, que no salen en los medios de comunicación, porque más vende el otro toro del morbo y el famoseo.
Agosto se despide con cornadas en las figuras, ahí está la cornada de Morante, pero también en los modestos hombres de plata, esos que siguen vistiendo la ilusión de sentirse toreros con banderillas y capotes de bregas o con la cornada de ese alguacilillo al que cazó uno de Miura.
Agosto, el mes de las fiestas de los pueblos se marcha con el sabor de los triunfos y con el aromas de los ules, que la grandeza de la fiesta permite triunfar siempre saliendo a hombros por la puerta grande o llevado en volandas camino de las enferemerías.
Sangre torera que inunda los cosos, en las calurosas tardes de agosto, sangre que cambió el rumbo de la historia consiguiendo la inmortalidad como la de Manuel Rodríguez, Manolete en los carteles, y la cita anual en Linares por la festividad de San Agustín.
Agosto siempre viene con sangre caliente de los novilleros que en estos días tuvieron su bautizo de sangre, tardes que rozaron la tragedia, con femorales partidas y traqueas sesgadas, que no salen en los medios de comunicación, porque más vende el otro toro del morbo y el famoseo.
Agosto se despide con cornadas en las figuras, ahí está la cornada de Morante, pero también en los modestos hombres de plata, esos que siguen vistiendo la ilusión de sentirse toreros con banderillas y capotes de bregas o con la cornada de ese alguacilillo al que cazó uno de Miura.
Agosto, el mes de las fiestas de los pueblos se marcha con el sabor de los triunfos y con el aromas de los ules, que la grandeza de la fiesta permite triunfar siempre saliendo a hombros por la puerta grande o llevado en volandas camino de las enferemerías.
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