miércoles, 3 de diciembre de 2008

Concu


Igual que en Semana Santa, muchos se despiertan y se encuentran la ciudad engalanada, los pasos montados, los cestillos con las banderitas preparadas y las chucherías perfectamente dispuestas para que la gente que se acerque se lleve esto o aquello, y lo sabemos porque siempre detrás de estas pequeñas cosas, y de las grandes también, están esas personas en las que ya no sabemos si éstas cosas se mantienen así porque están ellos y le imprimieron su carácter y sus formas, o por el contrario fueron éstas cuestiones cotidianas las que los modelaron a sus formas, para que todo fuera siempre como siempre la habíamos conocido.

Igual que en las cofradías o en otras identidades de nuestra ciudad, llegadas estas fechas comprendemos que posiblemente muchas cosas de las que viviremos en los próximos días no serían así, si no hubieran estado personas que trascendieron de lo propio y que forjaron esa identidades y que hoy en día nos harían incapaces de contemplar la historia de nuestra Tuna, si ellos con esa frase eterna, “la institución está por encima de muchas cosas” no hubieran estado siempre ahí dispuestos a dar la cara por la beca verdemar.

Igual que en nuestra Tuna, hay otras, y así podríamos citar nombres que a pesar del paso de los años, siguen siendo santo y seña en sus respectivas estudiantinas, y que aunque sólo se vistan una noche al año tienen para nosotros el respeto que da la antigüedad portando la enseña que a todos nos une.

Hoy, traigo a mi Soberao a uno de estos tunos de Sevilla, que durante años fue, pero que para muchos sigue siendo, el alma mater de la Tuna de la Escuela, quien un día nos colocó la verdemar sobre los hombros, quien aunque esté algo más alejado porque la vida trae bellísimas nuevas responsabilidades, siempre está para aquello que pueda hacer falta, sin pedir nada a cambio y siempre con el abrazo sincero y la mano tendida de quien sabe que en el trabajo callado está el día a día de nuestra institución.

Sin Javier Rufino, Concu, muchos no entenderíamos nuestra Tuna, tan singular en sus formas y en sus modos, pero siempre dispuesto a echar las manos que hagan falta, y es que al menos yo no concebiría mi Tuna sin Concu, ni a Concu sin su Tuna de la Escuela.

Javier es tan parte inseparable de la Tuna de la Escuela, como el caduceo de Mercurio de nuestro escudo, y es por eso que en estas vísperas de la Inmaculada le dedicamos desde estas líneas, este homenaje sincero a su persona, quien siempre fue compañero y mejor amigo con este aprendiz de la vida.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Quillo a ti te mola la Concu no?, je, je...
Un saludo chaval, y a ver si me das clases teóricas para mejorar el aspecto de mi blog, pues no dispongo de mucho tiempo pero me gustaría poner tantas fotos y detalles como el tuyo. Me ha gustado tela...un saludo amigo y que sigas así.

Pesca

Anónimo dijo...

Se me olvidaba....entrada sobre el gran día en mi blog...De Inmaculada es la noche.

http://juanestaescrito.blogspot.com/2008/12/de-inmaculada-es-la-noche.html

Pesca.