lunes, 3 de noviembre de 2008

El beso de Triana


Amanecía, cruzaba el puente de mi vida y de mis sueños, y amanecía, como cada mañana; el frescor de la mañana me traía los aromas del nuevo día, olor de pan nuevo junto con los aromas del río, la oración musitada ante el retablo, tras santiguarme ante la Capillita del Carmen sintiendo aún el calor de tu último beso.

Y al volver, al atardecer, cuando el sol buscaba el Cerro de Santa Brígida, y yo me reencontraba contigo, con el reflejo de tus azulejos, y tú te recortabas entre el caserío, para regalarme el beso rosado de tus mágicos atardeceres.

Triana siempre, Triana mi guarda, Triana mi espera, conocedora de mis pasiones y mis desvelos, Triana, tú, mi niña, conocedora de mi dolor y dueña de mi consuelo, Triana, mi fiel confidente que guarda para si, mis profundas soledades y mis íntimos secretos, quien llora conmigo y quien comprende, con una sola mirada de sus ojos verdes, cuanto guardan mis silencios.

Aquellos amaneceres se repiten cada día, pero ya nada es igual, ya no amanece mi vida, al cruzar tus calles, ya no me santiguo ante la Capillita ni musito aquel Ave María ante su retablo, ya no me vuelven a sorprender los aromas de tu pan recién hecho, ni sales a mi encuentro, a la vuelta al barrio, para regalarme el beso de tus atardeceres, pero cada mañana, al alba, cuando amanece sobre el río, se que la brisa te lleva el beso que te mando cada nuevo día desde la distancia.

1 comentario:

Diego Romero dijo...

...Eres mucho más que eso,
pues eres parte del alma
de quien ha "tenío" la dicha
de criarse entre tus faldas;
y aprenderse tus costumbres;
y dormir en tu almohada;
y nacer bajo tu cielo;
y mamar de tus entrañas;
y presumir de trianero;
y decir ¡Viva Triana!.