domingo, 10 de agosto de 2008

San Lorenzo


Hay pocos lugares en esta bendita ciudad, llamada Sevilla, que guarde los secretos encantos que la Plaza de San Lorenzo atesora, mi vida ha transcurrido en esa plaza desde aquel lejano día en que mis padres me acercaron a ella por primera vez, portándome en sus brazos para acercarme y presentarme a las que habrían de ser las devociones que guiaran mi vida.
San Lorenzo esconde los secretos mejor guardados de mi infancia, entre Alcoy, Eslava y la Plaza se fraguaron mis primeros juegos infantiles, en su collación, que tanto sabe de Bécquer, de Laffón o de Montesinos, inicié el aprendizaje de mis primeras letras, en su kiosco inicié la primera colección que tuve en mi vida, nunca hubo mejores piruletas que aquellas que vendían aquellas señoras "tan simpáticas" y mis recuerdos primeros siempre estarán relacionados con aquel lugar en que la vida pasa bajo la mirada de piedra del santo de Huesca, que fue martirizado en una parrilla.
San Lorenzo, todo el año, es el lugar de peregrinación de tantos sevillanos que los viernes se postran ante su Señor, es la plaza del alegre bullicio del Martes Santo por la mañana que vigila desde su retablo el arzobispo mendigo al que desde hace unos años también acompaña el retablo cerámico de la Virgen Dulce, a la que no concebimos en otro lugar que no sea en esa capilla, es la luz de la mañana de mayo en que la Majestad bajo palio sale al encuentro de sus vecinos o la luz vespertina con la que vuelve a entrar en su casa su Pastora, es la saeta desde un balcón al paso de la Virgen de la Palma o la saeta antigua que desde uno de sus bancos de piedra nos recuerda aquello de que la Soledad de Sevilla es la paloma blanca, hija de Joaquín y Ana, que encierra la Semana Santa.
Pero San Lorenzo son también sus gentes y sus cosas, sus tabernas con los nombres de sus taberneros, Braulio, Ovidio, Clemente, Servando, Nicolás, Sixto... el lugar desde el que me gusta ver como pasa placidamente la vida sentado en uno de sus bancos de piedra, entre hojas de plataneros que cubren el suelo, a la sombra de la torre que guarda en sus campanas leyendas de emparedadas y el milagro de quien sabe romper las paredes de nuestra alma y enmudecer y hacer llorar a esta ciudad con su Gran Poder.

1 comentario:

Diego Romero dijo...

Como dice mi amigo Fernando: Por la plaza de San Lorenzo está bonita, hasta una cofradía de Finlandia.