Como cada cinco de Agosto, hemos cumplido el rito de acercarnos a saludarte tal y como nos enseñaron hace tantos años, ya sabes que aunque hemos crecido, siempre en este día nos dan ganas de volver a sacar ese niño que siempre llevaremos dentro, bajo las bóvedas góticas de tu casa, para corretear entre las columnas y pisar el suelo de mármol salpicado de mágicos colores que la luz traspasa por las vidrieras, mientras nuestras madres atienden la mesa de la Asociación.
En aquellos días de agosto de nuestra niñez, recuerdo como de vez en cuando, nos acercabamos para decirte que te vinieras a jugar con nosotros, que la Catedral escondía mil vericuetos donde resguardarnos para jugar, mientras los mayores no nos echaran el ojo.
Tú, hoy ya se que no podías, tenías que cumplir, con las cosas de tu Padre a la vera de tu Madre, pero cada vez que nos acercabamos, siempre la misma sonrisilla, como diciéndonos:
"-dejad que me baje de aquí, que os vais a enterar de como se juega en mi casa..."
Por eso nunca olvidaré aquel cinco de agosto, en que de tanto como nos acercamos a pedírtelo, te vinistes a jugar con nosotros, el Infante entre infantes, y participamos de tus juegos, eso si, mientras aquella nurse del cielo vestida de hermana de la Cruz nos invitaba a recitar la jaculatoria:
Por eso nunca olvidaré aquel cinco de agosto, en que de tanto como nos acercamos a pedírtelo, te vinistes a jugar con nosotros, el Infante entre infantes, y participamos de tus juegos, eso si, mientras aquella nurse del cielo vestida de hermana de la Cruz nos invitaba a recitar la jaculatoria:
"Jesusito de mi vida,
eres Niño como yo..."
eres Niño como yo..."
Hoy como cada cinco de agosto, volvemos a tener una cita, esa por la que Tú y yo sabemos, por la que sigues sonriéndome cuando me ves llegar tras cumplimentar a Tu Madre, y nos recuerdas como jugamos aquel día...
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