martes, 10 de marzo de 2009

Alcoy


Muchas de nuestras vivencias en San Lorenzo, no tendría sentido sin este lugar, sin esta calle que sólo conoce el calor de la cera de los cirios del Buen Fin o de la Pastora en mayo, pero donde se fraguaron muchas de nuestras ilusiones, primero en aquella modesta Casa de Hermandad, en lo que hoy es la imprenta y poco más tarde en esa otra donde tanto aprendimos.
Allí, estaba y aún está, el paso dorado de la Divina Guantá, allí aprendimos jugando tantas cosas que serían fundamentales en nuestra vida, allí hemos reído y hemos llorado cuando nos sentaban en las faldas de Anás, allí hemos vivido la vida diaria de la Hermandad que se perdía en aquella priostía donde Enrique, tenía perfectamente ordenadas desde las herramientas a los elementos del Nacimiento que la Hermandad montaba en la calle Sierpes, allí el recuerdo de las cocacolas de aquel villalbero de San Lorenzo que era Nicolás, el bocadillo de Paco Feria o las pavías de Clemente, allí fuios por nuestras primeras túnicas de mayores, esas que ya no habían salido de la mano de nuestra madre y traían prendidas en su hilo gallego los recuerdos de los años de San Antonio que nos llegaban al abrir por vez primera aquellas talegas…
Allí queda siempre el recuerdo del señorío de aquel hermano Mayor, Martín y Maruja, las conversaciones con D. Manuel Filpo y el recuerdo de Dña. Mercedes de Martes Santo de nazarenitos y navetas de terciopelo azul.
Allí siempre estarán los recuerdos de Curro y Enrique, cuando pasada la Semana Santa nos encontrábamos, la casa llena de barreños con los guardabrisas cuajados de cera, allí siempre los días de la limpieza de plata que vivimos, y allí siempre permancerá aquel recuerdo familiar e imborrable de aquellos bancos azules, donde tantos soñamos nuestro Dulce Nombre.

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