La
vida puede cambiar para bien, en cinco minutos y con veinte muletazos y si hace
sólo unas semanas hablábamos en estas
mismas ondas del Tranvía de Pablo Aguado, y de como, su figura que no aparecía
en el Metrocentro, era el abanderado de ese toreo que nos emociona, el toreo
eterno de la ribera del Betis que además atesora eso
don tan difícil e innato como el de la naturalidad.
Hace
apenas unos días, Pablo Aguado era ese nombre desconocido para el gran público,
que le sonaba a los aficionados de Sevilla por ser el más destacado de la
camada de jóvenes toreros sevillanos que han despuntado desde que estaban sin
caballos, pero tras el gran triunfo del viernes, en que ha borrado de la
memoria otros triunfos, más o menos importantes, se ha subido por derecho
propio en el tranvía de las figuras del toreo, y ayer sin ir más lejos dejó su
impronta en Valladolid y para el próximo sábado se están poniendo muy caras las
entradas para sui primer compromiso en Madrid.
Pablo
Aguado se ha subido y de que forma en el tranvía del toreo, acaparando, con una
sola corrida, todos los premios posibles de la pasada Feria, estando en boca de
aficionados y de profanos, gente que te para por la calle para preguntarte si
todo aquello que cuentan fue cierto, gente que presume de haber estado allí, gente
que te cuenta como lloró viéndolo torear, gente a las que nos tocó la lotería
de estar en el lugar adecuado en el momento preciso… Porque quien estuvo el
otro día en la Plaza le tocó de largo el premio gordo de la tauromaquia no de
este año, sino de muchos años.
Sevilla
tiene un torero, nacido en sus orillas, que atesora en sus muñecas la gracia
toreadora que sólo tienen los elegidos, y que si El que está en San Lorenzo -de moraito vestío- quiere,
seguro que su figura, el año que viene recorrerá el trayecto desde la Enramadilla
a la Plaza Nueva y viceversa.
Del Cartucho de Pepe Luis en el programa Verde y Oro de Radio Betis13/05/2019
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