Si antes la expectación cada vez que un toro de Victorino Martín salía por la puerta de chiqueros de la Maestranza ya era importante, podríamos decir, que todo cambió, desde que por esa misma puerta volvió para padrear en Las Tiesas de Santa María un cárdeno de nombre Cobradiezmos que nos es que sea sólo historia de la gandería y de la plaza de Sevilla, sino que es afortundamente historia de la tauromaquia. Esto hace que el público siempre espere un nuevo toro como áquel sobre el albero de Sevilla, y olviden que antes de este toro llegaron otros que también fueron importantes, desde aquellos ya lejanos Bogotano y Bravío del 96 o aquel Veraniego que lidiara El Tato un año más tarde o como olvidar a aquellos Cobreño o Borgoñes, lidiados por El Cid y ya los más recientes en la memoria Disparate, Mecanizado o el toro Platino, del pasado año, ya lidiado por Antonio Ferrera bajo el síndrome de Cobradiezmos. Así las cosas, este año los toros de la A coronada volvieron a traer la atención, si bien su comportamiento fue muy distinto y hasta cierto punto muchos se fueron desilusionados por no encontrar el toro de Victorino que han idealizado. Pero como la tauromaquia no es una ciencia exacta, la corrida de Victorino, que lucía divisa negra por el ganadero de Galapagar, no estuvo excenta de emociones, y así se vivieron momentos que al aficionado le costará olvidar. Y ahí destaca a todas luces Escribano quien por su pundonor dio una vuelta al ruedo de las que de verdad se recordaran por su pundonor ante el quinto, al que al igual que el segundo, lo recibió a portagayola esquivando la cornada por milimetros, pero ya repuesto le enjaretó dos largas cambiadas en terrenos de chiqueros y ya erguido toreó con gusto a la verónica poniendo al respetable en pié mientras sonaba la música. Después estuvo enorme en banderillas y aunque la faena de muleta bajó de nivel por la falta de fuerzas del toro, lo mató de un estoconazo que llego a los tendidos.
Ferrera, al que el público esperaba como agua de mayo, no tuvo su tarde y Daniel Luque toreó de capote como sólo saben los elegidos y mostró una actitud toda la tarde que habrá que valorar conforme pase la temporada, pues sólo quien tiene la moneda es el único que la puede lanzar.
La falta de fuerzas pudo con los cárdenos y en el alma del aficionado pesaba el sindrome Cobradiezmos de lo que pudo ser y no fue...
Foto Empressa Pagés
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