En estos días de vísperas concepcionistas, ya se ha sacado del armario el traje escolar que hace tiempo sustituyó a aquel, ya pardo que no negro, casi raído y sin terciopelo que aún hoy, de vez en cuando, sale a la calle, cuando algún nuevo lo necesita para volver a estrenar la ilusión, como aquella primera vez de medias verdes en aquel día que, paradojas de la vida, fue uno de los más triste de nuestra experiencia tunantesca.
Junto al traje, ha vuelto a salir aquella vieja beca verdemar, que un día nos impusieron tras salir de las aguas de Mercurio y casi sin quererlo ha rodado el único vestigio que nos queda de una ilusión de estudiantina, la olvidada beca de fieltro azul cielo y gris perla, recuerdo de juventud, de cuando teníamos veinte años y nos poníamos el mundo, y otras tantas cosas más, por montera.
Quince años de aquella ilusión de tunería del viejo caserón de Gonzalo Bilbao, de cantar un pasodoble español para entremeter el nombre de aquella facultad, que se suponía imposible, de los imborrables recuerdos de aquella voz cantando Contigo Aprendí, de aquellos parches multitudinarios para sufragar un contrabajo o una bandera, de aquellos viajes a la provincia de Córdoba, con especial cariño a Cabra, a Lisboa o a Pontevedra donde acabamos metidos junto a una peña taurina en un tendido de sol de una corrida de toros... y de olvidar para siempre los artículos de plumillas que atacaban a una de las más nobles tradiciones universitarias en nombre de una falsa progresía que llegaban a cuestionar la independencia de tantas cosas.
Quince años de aquellas becas al cinto, bajo el amparo de Magisterio, cargadas de ilusión y desengaños, formas tan distintas de aquellas amamantadas en la Escuela verdemar, a la que un día por fuerza tendríamos que regresar, pero no por ello menos respetables y respetuosas a pesar de tantas diferencias.
Quince años de aquellas becas al cinto, bajo el amparo de Magisterio, cargadas de ilusión y desengaños, formas tan distintas de aquellas amamantadas en la Escuela verdemar, a la que un día por fuerza tendríamos que regresar, pero no por ello menos respetables y respetuosas a pesar de tantas diferencias.
De aquellos días, mantenemos amigos, profesionales de la información, que siempre estuvieron cada vez que les pedimos un favor, gente que apareció para darnos apoyo cuando más lo necesitábamos y menos lo pedíamos.
Hoy cuando todo se prepara para la gran noche, aquella beca permanece dormida y olvidada en el cajón de las ilusiones muertas, ese donde también duermen tantas cosas que la vida se llevó y que por algún tiempo fueron proyectos casi de vital importancia para quienes creímos en ellos, pero que siempre cuando llega Diciembre, vuelven a revolotear por nuestra cabeza y nos pellizcan el alma.
2 comentarios:
Querido amigo, fueron tiempos estupendos, inolvidables. Me ha encantado rememorarlos con tu texto. Espero verte la noche del 8 de diciembre en la que mucho me temo habremos de ir bien "capados". Fuerte abrazo.
Disfruta de esa noche y ojalá no llueva.
Lo mío con la tuna no tiene visos de cambiar.
Besos.
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