Sonaran hoy altas las coplas de Quinario, la calle es un hervidero ante el cortejo de la ilusión que cruza la ciudad y que hoy descuida la asistencia a la Basílica, pero no por ello pierden solemnidad los cultos. Hoy tendremos muy presente a D. Manuel Garrido Orta, pues nunca olvidaremos sus predicaciones en tantas ocasiones, en aquellos retiros de la Juventud o sobre todo en la misa de apertura del Besamanos, donde hasta era capaz de romper a llorar ante aquellas manos atadas o la mirada que ya seguro estará contemplando en la gloria.
Pero, si por algo recordaremos hoy especialmente a D. Manuel, será porque hoy, fiel a la tradición de este día, los cultos serán en esa lengua que tanto aún nos fascina, en ese latín que tanto une, en el que rezaron tantas generaciones al Señor, la de aquellas novenas en San Lorenzo y las de hoy día en su Basílica.
Pero hoy queremos tener un recuerdo especial a esa medalla tan nuestra que prendida en el terciopelo morado del estandarte unía en un mismo lugar nuestras devociones.
Hoy, por otras cuestiones, ya no luce esa medalla de oro del morado estandarte, esa medalla del agradecimiento eterno de quienes llegaron un día a la que había sido la morada del Señor, y que hoy cuarenta años después, nos resultaría a tantos tan difícil, que no fuera otra que la Dulzura de su Madre la que se aupara al pedestal de mármol rojo de la Capilla.
Una medalla en un estandarte, gratitud de cuando las cosas en el mundo de las Cofradías se hacían de estas maneras, con estos pequeños detalles, que casi durante cuarenta años se vieron prendidas, en el morado terciopelo del estandarte de nuestra cinco veces centenaria Cofradía del Traspaso, aquella medalla de oro de nuestro Dulce Nombre.
1 comentario:
la medalla llevaba tiempo sin colgarse del estandarte. Sin embargo, al comienzo de la legislatura de Esquivias se volvió a colocar. Pero claro, eso fue sólo un espejismo, debido a la efusividad de los comienzos. Después todo (y todos) vuelve a ser lo mismo.
Ay! Enrique...
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