Hemos llegado ante ti, Señor, cuando el día se marchaba y con él un año de lleno de tristezas y de alegrías. Hemos cruzado la Plaza, Tú Plaza, nuestra Plaza, bellamente sucia, por las hojas caídas por el aire y por la lluvia, de este día en que despedimos el año y tras rezar un Salve ante nuestra Virgen Dulce, en estos días tan acompañada en ese altar que será siempre tan tuyo que sólo puede ser el de Ella, hemos entrado en tu Basílica, dónde ya nos has recibido, Dios de la Ciudad, con la arquitectura perfecta de cirios y flores, proporción efímera que estos días es tu Altar de Quinario.
Y como aquella lejana primera vez, tan lejana que se hunde en lo más hondo de nuestra inconsciencia, hemos subido a tu camarín, para ofrecerte, como un día nuestros padres hicieron con nosotros, este año que como siempre despedimos contigo y que mañana saludaremos junto a ti.
En tu túnica Señor, están bordadas las coronas que simbolizan tu realeza y majestad, pero también nuestro principio y nuestro fin, por que en tu Poder se manifiesta el imperio de nuestra existencia, el lazo que unirá siempre el Alfa y Omega de nuestras vidas, esas que se iniciaron junto a ti cuando nuestros padres nos ofrecieron como ofrenda de vida que se iniciaba y que algún día culminará, cansados del camino de la vida cuando nos presentaremos ante ti, como sólo pueden hacerlo tus nazarenos.
Diciembre, como casi siempre últimamente, se marcha llevándose la vida de las personas que apreciábamos, pero este año también nos ha traído el inicio de nuevas vidas, a las que ya Tú has recibido como siempre, vestido con la túnica persa, desde tu altar de Quinario.
Hoy Señor, despedimos el año contigo y mañana daremos gracias por amanecer un nuevo año junto a Ti y a la tarde, a los sones de El Lazo, aunque ya no suene desde el coro, contemplaremos aquello que nos dictas desde tu túnica de Epifanía, que Tú eres el Final, pero también el Principio, Dios de generaciones de esta Ciudad, y que en tu Poder siempre estará el Alfa y el Omega de nuestras vidas.
Y como aquella lejana primera vez, tan lejana que se hunde en lo más hondo de nuestra inconsciencia, hemos subido a tu camarín, para ofrecerte, como un día nuestros padres hicieron con nosotros, este año que como siempre despedimos contigo y que mañana saludaremos junto a ti.
En tu túnica Señor, están bordadas las coronas que simbolizan tu realeza y majestad, pero también nuestro principio y nuestro fin, por que en tu Poder se manifiesta el imperio de nuestra existencia, el lazo que unirá siempre el Alfa y Omega de nuestras vidas, esas que se iniciaron junto a ti cuando nuestros padres nos ofrecieron como ofrenda de vida que se iniciaba y que algún día culminará, cansados del camino de la vida cuando nos presentaremos ante ti, como sólo pueden hacerlo tus nazarenos.
Diciembre, como casi siempre últimamente, se marcha llevándose la vida de las personas que apreciábamos, pero este año también nos ha traído el inicio de nuevas vidas, a las que ya Tú has recibido como siempre, vestido con la túnica persa, desde tu altar de Quinario.
Hoy Señor, despedimos el año contigo y mañana daremos gracias por amanecer un nuevo año junto a Ti y a la tarde, a los sones de El Lazo, aunque ya no suene desde el coro, contemplaremos aquello que nos dictas desde tu túnica de Epifanía, que Tú eres el Final, pero también el Principio, Dios de generaciones de esta Ciudad, y que en tu Poder siempre estará el Alfa y el Omega de nuestras vidas.
(Fotografía: Roberto Villarrica)
1 comentario:
Está claro, tengo que ir a verle. Si visitas al Aguaó y a Jordi de Triana, entenderás porque eres el número cinco.
Te deseo un año lleno de felicidad, y que tengas mucha suerte.
Y que disfrutes como yo, de las aguas sanluqueñas...
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