miércoles, 28 de enero de 2009

Quinario en la Magdalena



Noches frías de enero, la luz que cada día va venciendo la batalla a la oscuridad, ya se ha escondido tras el Aljarafe y en la inmensidad de la Magdalena, la rotundidad barroca del misterio de la Quinta Angustia.
Hoy, la sombra de tú cuerpo suspendido Señor, no se refleja en las humedades de los muros, ante el retablo de Ánimas, pero el órgano nos recuerda a los latines, Miserere Mei… que habremos de oir cuando el azahar rompa en nuestras calles y tu cuerpo inerte, pase entre nosotros, camino de ese monte de bronce y abebay donde esperan la cruz con los Santos Varones.
Hoy Señor, tu cuerpo suspendido, tan delicado y tan frágil, como una hoja que descendiera de los altos árboles que rodean esa iglesia tan llena de historia en sus cuadros de galeones, es descendido ante el impresionante altar mayor de la Parroquia.
Allí, en ese altar de Quinario que parece sacado de la Capilla, que en estos días queda al cuidado del Niño, hemos recordado tantas cosas, recuerdos de Quinarios ante el paso completamente montado, días de carpetas en ese banco tan cerca del Nazareno de las Fatigas, mientras la Magdalena se llenaba, al igual que hoy, de los sonidos de D. Hilarión Eslava y de esas coplas... "El Tesoro de la Sangre, que vertistes en tu Pasión…"
Hoy, volvemos a contemplar ese trágico descendimiento que es preludio contrapuesto del gozo que esconde, que como sigue cantando el coro, nos abrirá, "...Señor, las puertas de la celestial Sión."
(foto Roberto Villarica)

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