sábado, 11 de julio de 2009

Nocturna en San Onofre


La belleza de la Plaza Nueva en esta madrugada del mes de julio, resalta en si misma, sin el bullicio que en tres horas la llenará de rutinas diarias, no hay a esta hora ni los sonidos de tranvías ni el de las motos que se aparcan en la vecina calle Barcelona, ni tan siquiera el del camión de Lipasam, que pasó regando hace ya algunas horas.
A esas horas, como en estas, apenas son las 4 de la mañana, el remanso de paz de San Onofre se ofrece para quienes recorren a diario la Plaza Nueva y cruzan el umbral de la pequeña capilla, a esta hora apenas un par de personas, pero siempre hay adoradores, ante la Real presencia permanente de Jesús Sacramentado, quien en esta joya del barroco enclavada en el corazón de la ciudad está de manifiesto las 24 horas del día, los 365 días del año.
Durante el turno de adoración, recordamos tantas cosas, tanto que agradecer cada día al amanecer bajo este cielo en el que un día nacimos y bajo el que también nacerán quienes nos continuaran en esta vida, la suerte de vivir donde queremos, de tener lo que elegimos, de amar y ser amados... Todo eso y mucho más lo ofreces ante el Señor en esta nocturna de San Onofre, en esta noche en que sientes que lo más profundo de tu interior es escuchado, allí donde habita el silencio pero para nada el olvido.
Cuando acaba el turno vuelves a casa, con el tiempo de dar una cabezada y volver a sumergirte después en la rutina diaria, pero algo en tu interior dice que esa hora de adoración ha servido para tanto que sólo te queda esperar que llegue el día en que te vuelve a tocar el turno en San Onofre.

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