martes, 12 de mayo de 2009

Novenas de San Jacinto


En estos días de novena, cuando la pértiga de la paloma ha resonado en lo más hondo de nuestro corazón, tras golpear sobre el mármol de Santa Ana, nos han llegado los recuerdos de aquellas tertulias interminables en las que alguien nos contaba, de aquellas novenas de San Jacinto.
Aquellas novenas de las que apenas tenemos recuerdos, como sólo recordamos aquellas entradas esporádicas en San Jacinto de la mano de nuestro abuelo los domingos por la mañana, en aquella iglesia tan grande sin cofradías de la que, vaya usted a saber porque, siempre nos llamaba la atención el altar donde recibía culto, aquel Simpecado de la Reina de las Marismas, con aquellos exvotos que prendían del dosel.
Hemos conocido por fotografías, aquellos altares de novena, altares de otros tiempos, en aquel presbiterio de San Jacinto que permitía montar no sólo la carreta, sobre el altar de plata de la Amargura, sino todo lo que se le pudiera ocurrir a aquel prioste de priostes...
Por eso, cuando tras escuchar la Padre Quevedo, he pensado como serían aquellas novenas de San Jacinto y he recordado aquella sevillana del coro:
Yo sueño con San Jacinto, un Jueves por la mañana...

1 comentario:

El Pasmo de Triana dijo...

Eran tiempos en los que San Jacinto era un gran corralón -como el del pintor, como el de la parra...- en el que las vecinas hablaban de sus cosas. Era una sola familia con tres grandes madres que a todos sus niños cuidaban: Estrella, Rocío, Esperanza...
La historia -triste historia- de después, todos la conocemos.
...Y es que hay intransigencias que destruyen más que la piqueta de Pavón...

Un abrazo y me encantó. Viva la Blanca Paloma de Triana.

Fdo: Juan Belmonte, matador de toros.