La carreta de los infantes reluce esplendorosa, quizás porque sabe con pena que estos días son suyos, porque su labor de plata vieja, ya sólo reluce en la Real Parroquia en que vuelve a servir como baldaquino para la Virgen Chiquitita y a enmarcar a Señora Santa Ana.
Un escalofrío nos recorre al avanzar por el pasillo, pasan los años, pero hay cosas que no cambian, el ropón verde, sin más escudo que nuestra medalla, como siempre fue, que no hay mejor Triana que la que no cambia, sin desgracidamente los guantes verdes que José María, "el Peinaíto" como lo llamaba cariñosamente "Chama" compró un día en la Guantería Pino, y las nubes de incienso que nos recuerdan aquellas otras novenas y aquellos otros cultos que tanto unían a quienes uníamos bajo un mismo latido, a San Lorenzo y Triana.
Hoy, como ayer, un año más, casi sin esperarlo, volvimos arrodillarnos ante sus plantas y en cada golpe de pértiga iba el recuerdo, (José María, Marce, Salva, Enrique, Chusquito, Pedro, José Carlos...) de quienes durante tantos años vestimos aquellas dalmáticas, en la Basílica o en Santa Ana.
Hoy, como ayer, un año más, casi sin esperarlo, volvimos arrodillarnos ante sus plantas y en cada golpe de pértiga iba el recuerdo, (José María, Marce, Salva, Enrique, Chusquito, Pedro, José Carlos...) de quienes durante tantos años vestimos aquellas dalmáticas, en la Basílica o en Santa Ana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario