Llueve en Sevilla, la tarde trae miuras al Baratillo y a mi me pide el cuerpo ver toreros de arte en el Arenal manque le pese a la empresa Pagés y al nieto de D. Eduardo, hijo de D. Diodoro que se apellida Canorea, que así asi siempre nos enseñaron a resucitar en casa trocando el humo del incienso por el del habano. El Betis no levanta cabeza, quizás porque su viacrucis - y el mío- estan preso de sus trece barras y de la maraña de Dña. Mercedes -troley va, troley viene- y chirría, como chirría la cera en los neumáticos de los coches, mientras la palma nueva estrena este domingo las gotas de lluvia de abril... (aguas mil)
Bajo la lluvia la cola avanza a la sombra de la Pelli, donde años ha sólo había torres de humo de los tejares clavandose en el cielo de la tarde y hubo hace veinte años las banderas de la Expo, que todo pasa en el Zurraque, más Él siempre permanece, porque sus supiro nunca se sabe si es el último de un muerto o el primero de la vida nueva; en la Anunciación un paso con reminiscencias decimonónicas de verdad, sin los aspavientos del recien llegado, y en la vieja Judería el discurso de la verdad de la Alegría del tiempo que ya amanece...
En las calles la cera aún guarda el recuerdo del tiempo perdido, la vida pasa, para nosotros fue en la Campana, donde ya no queda nada, ni las sillas de eneas, ni las colgaduras ni tan siquiera el cable del teléfono del palquillo ni el corralito de villapescuezo... Llueve en la calle, pero en el pasillo de casa la voz infantil resuena, como tú ayer con el soniquete: "nazareno dame un caramelo..." en San Lorenzo alguien se acerca a la puerta solitaria de la parroquia; donde no hay bullicio ni desafortunadas saetas; -sólas Soledad y Dulce Nombre y el Gran Poder que siempre está-, ha vuelto simplemente para recuperar la hebilla perdida del tiempo sin saber que el tiempo no vuelve, por que se fue para siempre con la luna de abril.
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