Son estos días de papeletas, los que nos permite reencontrarnos con quienes la sustentan en el día a día, esos quienes se preocupan de ella sin importarles ni la fecha ni la cercanía de los días sacros, quienes no entienden de los capiroteros que arribamos a ella en estos día de pleamar cercanos a la luna de Paresceve, porque para ellos tan importante es una convocatoria de culto en cuaresma, la interpretación de las coplas de un día de quinario, la cintita de la cofradía el día de la salida o la interpretación del himno de la cofradía en ese determinado lugar.
En estos días previos, bueno es recordar a quienes los antecedieron en aquellos menesteres, aquellos que no entendían ni tan siquiera de quienes portaban la vara dorada, porque para ellos la Hermandad estaba por encima de todas las cosas, aquellos a los que alguien definió como quijotes a lo divino, y a los que bien podríamos poner tantos nombres como hermandades hay, esos cuyo mayor elogio como escribiera Chaves Nogales- por más que pasen los años- siempre será el final de una flores frescas chorreadas de cera en el recuerdo intancto de quienes supieron de su compromiso y a los que habría que reconocer pues muchos dejaron en ella su tiempo, su vida y hasta su hacienda.
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