Cuando aún están calientes los rescoldos de la pasada Feria de San Miguel, Madrid guarda aún la traca final de su Feria de Otoño. Huérfanos como estamos en estas fechas de Zaragoza apenas nos quedará Jaén en el horizonte con un cartel de lujo que aúna los tres nombres que han revolucionado está temporada: Morante, Emilio de Justo y Juan Ortega, y que invitan a tomar carretera y manta hasta la capital del Santo Reino para acudir al coso de La Alameda.
En medio de todo esto surge el ruido de los políticos, con bonos culturales para jóvenes que vetan a la tauromaquia, o las opiniones de una universidad que censura la libertad de que los padres puedan acudir con sus hijos menores a las plazas de toros o incluso plantean impedir el acceso de los menores a los espectáculos taurinos hasta los 16 años.
La vida para
algunos es prohibir aquello con lo que no comulgan, hacer bueno aquel
dicho de que lo que no se conoce no existe, cómo podríamos extrapolarlo a
otras disciplinas artísticas o deportivas a las que no se les da ni tan
siquiera difusión en los medios de comunicación de titularidad pública.
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